5.4.25

El mito del eterno retorno, de Mircea Eliade

Mircea Eliade (1907-1986) es uno de esos autores que, más que poseer una obra intelectual al uso, lo que ofrecen son auténticas cosmovisiones del mundo. Su monumental Historia de las creencias y las ideas religiosas, y otros libros adyacentes, como el Tratado de historia de las religiones o la Metodología de la Historia de las Religiones, ameritarían horas de dedicación y estudio, pero las urgencias de la vida reducen nuestras lecturas a las obras más breves, como las que Alianza publica en bolsillo: Lo sagrado y lo profano, Herreros y alquimistas, o El mito del eterno retorno.  

El mito del eterno retorno, en concreto, no es un libro largo ni particularmente difícil, y puede leerse en las breves treguas que nos concede esta existencia pauperizada por las pantallas y el asfalto. Consta de cuatro partes, todas interesantes y todas dejándonos con ganas de más. Eliade menciona en el prólogo que quiso incluir el subtítulo “Una filosofía de la Historia” en la cabecera, pero que, por modestia, prefirió dejarlo como está.

29.3.25

Mater dolorosa, de José Álvarez Junco


La nación es un marco político generalizado y aun así extraño: sin tener mucho sentido ni base racional, no parece que podamos prescindir de ellas en el mundo contemporáneo. Muchas personas las dan por supuestas, como si siempre hubieran estado ahí y careciéramos de otra manera de convivir. Sin embargo ningún académico las ve como realidades milenarias o naturales: todos coinciden en que son imaginarios diseñados por minorías, ficciones que con fuertes políticas educativas acabaron imponiéndose sobre poblaciones que hasta entonces recurrían a la religión como fuente de identidad (obviamente, si las naciones fueran perennes, no haría falta inculcarlas en las escuelas).
 
Los estudiosos del nacionalismo solo discrepan sobre si el cambio de lo religioso a lo “nacional” como vertebrador social fue progresivo o súbito. Los llamados “primordialistas” creen que antes de la Revolución Francesa y la industrialización ya podemos encontrar en Europa formas de protonacionalismo del que los nacionalismos actuales serían deudores –los discursos de Shakespeare sobre Inglaterra, por ejemplo-. Los historiadores “modernistas”, empero, consideran que los antiguos reinos y sus literaturas épicas no son los antecesores de las naciones actuales, ya que éstas son construcciones recientes –mera “ingeniería social” como las llama Eric Hobsbawn, el príncipe de los modernistas-, inexplicables sin el mercado unificado y todos medios tecnológicos y propagandísticos del Estado moderno.

22.3.25

Transhumanismo, de Antonio Diéguez


El transhumanismo se anuncia hoy con timidez, quizás apenas como un murmullo; hay pocas referencias todavía en la vida cotidiana. Sin embargo, en un par de años, cinco a lo sumo, se convertirá en el tema de moda. Más adelante, tal vez en una década, será la estructura misma del mundo en el que viviremos.
Los avances tecnológicos no es que estén simplemente revolucionando la sociedad, sino que están preparando el próximo paso evolutivo del ser humano. Ya no es cuestión de si la robotización transformará el mercado laboral, si habrá ordenadores superinteligentes o si seremos los últimos especímenes del Homo sapiens; la única duda es cuándo sucederá. La cuestión es si seremos testigos de estos cambios o lo serán nuestros nietos.
Para un optimista como Ray Kurzweil, el teórico de la Singularidad, estamos en los albores de un crecimiento exponencial radical del conocimiento. Los ordenadores están a punto de entrar en una espiral de automejora que les permitirá proporcionarnos saberes tales que transfigurarán completamente nuestra existencia. Para mediados de este siglo, los humanos acabaremos fusionados con las máquinas, alcanzando una existencia incorpórea y potencialmente eterna.

15.3.25

Los orígenes de la cultura, de René Girard

Para reseñar un libro cualquiera acostumbramos a seguir un esquema. Según ese esquema, lo propio es empezar dando escuetamente los datos biográficos del autor. En el caso de René Girard hay una parte sencilla: nos consta que nació en Francia en el año 1923, que la mayor parte de su vida académica transcurrió en Estados Unidos y que allí murió en el año 2015. Lo complicado viene cuando queremos ponerle algún rótulo al campo de estudio al que se dedicó, es decir, atribuirle una disciplina académica. No es fácil determinar si fue un teórico de la literatura, de la religión o un antropólogo. Podríamos decir que fue un poco de los tres, con la peculiaridad de que lo fue siempre desde la perspectiva de la teoría mimética (aunque eso realmente ayudará poco a quien desconozca qué es la mentada teoría).

Afortunadamente, en la página 155 de Los orígenes de la cultura, el mismo Girard afirma que le gusta que le llamen “antropólogo clásico”. Así que, como en estos tiempos de sacralización de las identidades autopercibidas sería impertinente hacerle cualquier alegación, se queda con ese título.

René Girard fue, pues, un antropólogo clásico de larga vida cuyos intereses intelectuales empezaron en la literatura, continuaron en la antropología y culminaron en los estudios religiosos. Siempre desde una intuición inicial de que Aristóteles tenía razón cuando dijo que el ser humano se distingue de los otros animales en que es mimético (ahora sabemos que los animales también pueden ser miméticos, pero no es cuestión de corregir al Estagirita con datos científicos del siglo XX). Aunque esta idea nunca se abandonó del todo en la historia cultural de Occidente, sí transitó por caminos secundarios. Con la llegada de la modernidad y su encumbramiento del yo original a toda costa, esta concepción del hombre se convirtió directamente en anatema.

8.3.25

Filosofías del underground, de Luis Racionero

En los días crepusculares de la pandemia pasó desapercibido el fallecimiento de Luis Racionero (1940-2020), un ensayista casi siempre sugestivo que llevaba varias décadas publicando. Escribió muchos libros de diverso interés en los que trató temas como el urbanismo, el arte, la política y las religiones.

A diferencia de muchos de sus coetáneos, Racionero no se nutrió de las corrientes filosóficas continentales predominantes en su época o, si lo hizo, fue con manifiesto desagrado. Su formación fue eminentemente estadounidense, lo que marcó una notable diferencia en su enfoque intelectual. En su estupendo Memorias de California narra su periplo como estudiante en Berkeley en los años sesenta, donde se empapó del ambiente hippie, del pensamiento contracultural y de la revolución psicodélica. Esta experiencia marcó profundamente su obra, impregnándola de un aire lisérgico y libertario que lo acompañaría durante toda su trayectoria. Racionero rehuía la jerga postestructuralista afrancesada, prefiriendo citar y divulgar a autores anglosajones menos conocidos en el mundo hispano, como Alan Watts o Lewis Mumford. Su buen hacer escribiendo, claro y para un lector generalista, reflejaba también su impronta norteamericana.

2.3.25

Milan Kundera y el totalitarismo kitsch, de Iván Vicente Padilla Chasing


Milan Kundera es un escritor paradigmático del buen hacer literario. No existen sin embargo, que sepamos, grandes estudios en nuestro idioma sobre el aspecto ensayístico de su obra. Por eso, celebramos la publicación de Milan Kundera y el totalitarismo kitsch. Dictadura de conciencias y demagogia de sentimientos, de Iván Vicente Padilla Chasing, un libro a priori silencioso, publicado por la Universidad Nacional de Colombia en 2010, que ha encontrado una vida más larga gracias a internet. 

En sus 170 páginas, se analizan los conceptos y reflexiones del autor checo, especialmente en El arte de la novela, La inmortalidad y La insoportable levedad del ser. El eje central del libro es el concepto de "kitsch", que comenzó designando lo cursi o excesivo en el arte, pero que con el tiempo amplió sus significados hasta adquirir, en Kundera, una dimensión política y sociológica de gran perspicacia. En La insoportable levedad del ser, el kitsch es el imperativo que nos obliga a conmovernos de una manera determinada, a marchar con la multitud con los ojos acuosos y a reverenciar al poder sin cuestionamientos.

15.2.25

La abolición del trabajo, de Bob Black

Bob Black es un escritor anarquista estadounidense muy popular en el mundo angloparlante, aunque en español solo se ha traducido La abolición del trabajo. Wikipedia lo clasifica dentro de la “post-left anarchy”, junto a John Zerzan y Hakim Bey, lo que significa que difícilmente podría estar en mejor compañía. Existen, sin duda, paralelismos y diálogos entre ellos; se nota que caminan en la misma dirección.

Son tres pensadores nítidos como un disparo. No pertenecen a la academia ni necesitan académicos que interpreten sus libros. Cualquiera puede leerlos y sacar sus propias conclusiones. Tal vez por eso no son populares entre los intelectuales progresistas, quienes prefieren autores impenetrables como Deleuze o Lacan, de los que solo ellos pueden ser los glosadores, convirtiéndose así en una nueva casta sacerdotal entre seglares.

8.2.25

¿Política o Alprazolam?

wikimedia

La política actual no aspira a ser propositiva; de hecho, ni siquiera aspira a ser política. La vida en común y el entendimiento con los otros —es decir, trabajar por un mañana mejor— parecen ser lo de menos. Lo único que realmente importa es la purga de los demonios interiores individuales.

El economista J.A. Schumpeter afirmaba que un adulto normal, con una vida saludable, tan pronto se involucra en política “desciende a un plano inferior en materia de actuación mental. Argumenta y analiza de una manera que se consideraría infantil en el ámbito de sus intereses reales. Se convierte en primitivo. Su pensamiento se hace asociativo y afectivo”.

Los célebres cuñaos españoles, siempre con sus declamaciones maniqueas robadas de cualquier profesional de la opinadera mediática, son un buen ejemplo de esto. En su vida laboral pueden ser excelentes, como padres, dedicados y generosos, e incluso los mejores amigos del mundo. Pero como ciudadanos son de muy mala calidad. No les interesa la verdad ni el bienestar colectivo; para ellos, la política no es más que un escupidero de bilis, una hoja de reclamaciones por las promesas incumplidas al adolescente que fueron. Basta con escuchar a muchos conciudadanos hablar de la cosa pública para darnos cuenta de que no tienen la menor intención de arreglar nada: solo quieren encontrar a alguien a quien odiar.

1.2.25

La justicia social y otras justicias, de Julián Marías


Nadie pone en duda que Julián Marías (1914-2005) es uno de los filósofos españoles más importantes del siglo XX. Sin embargo, la mayoría de su obra está descatalogada, obligándonos a rebuscar en librerías de viejo para encontrar sus siempre sugestivos libros. La justicia social y otras justicias se publicó originalmente en 1974, tuvo una reedición a principios de los ochenta y luego se perdió en el limbo de los descatalogados. Casi podría considerarse un honor, si tenemos en cuenta las maravillas de libros que allí descansan mientras otros, pésimos, se reeditan con sádica regularidad.

Esta breve colección de ensayos autónomos aborda algunas de sus obsesiones temáticas de siempre—las generaciones, Iberoamérica, la manipulación política…—, todos, por supuesto, interesantísimos. Pero el que más destaca es un texto de apenas veinte páginas titulado Sobre la justicia social.

25.1.25

Madrid DF, de Fernando Caballero

En este inicio de 2025 toca replanteárselo todo. Los tiempos aceleran que es una barbaridad, y los marcos conceptuales que manejamos caducan con una rapidez asombrosa. La reciente proclamación de Trump como presidente de Estados Unidos por segunda vez es la señal más evidente de que estamos ante el fin de una época. Todo lo sólido ya se ha desvanecido en el aire.

Mientras tanto, en España llevamos seis años de un gobierno cuya única fórmula política es la polarización. El ciclo renovador que parecía abrirse con el 15-M está definitivamente enterrado, y hemos vuelto a donde empezamos, a la hegemonía partitocrática. Solo que ahora estamos más biliosos y desesperanzados. La casta política lo tiene claro: quiere que nos inmolemos como sociedad para que ella pueda sobrevivir. Muchos ciudadanos hemos llegado a la conclusión de que el sistema no tiene posibilidad de reforma y buscamos una salida.

18.1.25

Gárgoris y Habidis, de Fernando Sánchez Dragó

En el siglo XX español hubo una polémica intelectual que, de alguna manera, sigue coleando: la confrontación entre las visiones historiográficas de Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz. Resumiendo a grandes trazos, el primero resaltaba la diversidad cultural de España, dando protagonismo a musulmanes, judíos y a las distintas regiones y subculturas, mientras que el segundo defendía una continuidad histórica desde la Reconquista cristiana hasta la actualidad, con el elemento católico como eje central de la construcción nacional. Ambos eran historiadores republicanos conscientes de que este debate no solo era una cuestión de interpretación del pasado, sino que tenía implicaciones en la cimentación del nuevo Estado.

No pretendemos inmiscuirnos en un asunto que sobrepasa nuestras capacidades. Sin embargo, cuando surgen epígonos discutibles de estos grandes historiadores, creemos que es necesario señalarlo. 

11.1.25

Vida 3.0, de Max Tegmark


Max Tegmark (1967) es un físico sueco-estadounidense y profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), además de fundador del Future of Life Institute. En 2007, la revista Forbes lo incluyó en su lista de las “diez personas que podrían cambiar el mundo”.

Recientemente, la editorial Taurus publicó la traducción de su libro Vida 3.0. ¿Qué significa ser humano en la era de la inteligencia artificial?, un ensayo de divulgación científica que se lee con la emoción de una buena novela de intriga. A lo largo de sus páginas, Tegmark expone una serie de escenarios posibles tras el desarrollo de la inteligencia artificial, explorando tanto sus utopías como sus posibles desenlaces apocalípticos. No obstante, como científico, evita los extremos y se centra en las posibilidades intermedias. Así, explica con serenidad los riesgos reales de un dron militar fuera de control, pero también imagina una sociedad donde la tecnología reduzca al mínimo las horas de trabajo. Al mismo tiempo, rechaza por completo la imaginería a lo Terminator, argumentando que una IA no tiene por qué desarrollar una voluntad de dominación tan específicamente humana, y mucho menos crear un ejército de cyborgs tan torpes como los de la famosa película.

4.1.25

Filosofía: quién la necesita, de Ayn Rand

Siempre consideré a Ayn Rand como la Bruja Avería del liberalismo: una autora que, en su empeño por defender lo indefendible, acaba convertida en una caricatura de la amoralidad, facilitando así la tarea a sus detractores. Me desconcertaba su legión de fieles en Estados Unidos y la profunda influencia que ejercía en ciertas minorías dinámicas del país. Claro que, también debo reconocerlo, mi conocimiento sobre su obra era superficial.

Sin embargo, la editorial Deusto ha lanzado nuevas y cuidadas traducciones de sus libros en español, y he decidido darle otra oportunidad. Compré Filosofía: ¿quién la necesita?, en parte porque imaginé que sería un ataque contra la disciplina, pero resultó ser todo lo contrario: un apasionado alegato en su defensa y una crítica feroz a quienes, según Rand (véase Kant y sus herederos), la han convertido en una forma de irrealismo. Se nota que Rand tiene formación filosófica, mala uva y cero reparos en pisarle los callos a los popes del gremio, lo que la hace, por momentos, subversiva y, por otros, hilarante.