Nosotros nunca caminaremos sobre la
superficie de Marte. Será muy difícil que lleguemos a ver la normalización de
los viajes interplanetarios o el asentamiento de colonias espaciales. Nuestra
generación no cruzará esa frontera. Pero los niños que juegan hoy en el parque de
nuestro barrio todavía están a tiempo. Los que alcancen la madurez a mediados
de este siglo podrán visitar otros planetas o incluso vivir allí. Depende de
nuestra generación prepararles el camino.
Puede que no sea mucho, pero tampoco es nada, conmueve imaginarlo: nuestros hijos o nietos, cuando sean adultos, en algún momento de descanso o introspección, ante un horizonte rojo y cubierto de estrellas, verán surgir mansamente un planeta azul al que un día llamaron hogar y pensarán en lo mucho que les gustaría que pudiéramos estar allí con ellos en ese momento.
La astropolítica que debiera
guiar nuestro quehacer colectivo consiste en orientar nuestros esfuerzos en
convertir al ser humano en una especie interplanetaria.
El término “astropolítica”, que
sepamos, lo ha popularizado Yago Rodríguez, que es un youtuber experto en asuntos militares. Él lo usa para referirse a la geopolítica que
trasciende los límites terráqueos. Por ejemplo la competencia entre China y
Estados Unidos por explotar los yacimientos mineros en la Luna sería
astropolítica. Nosotros, que también somos de la escuela realista como él, no
rechazamos esa interpretación, pero queremos ampliarla con políticas
propositivas desde un optimismo definido.
La defensa de nuestra propuesta puede
resumirse en cinco puntos:
1- Necesitamos un proyecto ilusionante
para sanar nuestra convivencia, que está rota y a la espera de que algún
temblor en la economía derive en violencia. En nuestra propuesta algunos serán
astronautas y los habrá que pavimentaremos las carreteras por las que
transitarán los vehículos de la lanzadera espacial; cada cual tendrá un papel
según sus posibilidades, pero todos estaremos juntos en el proyecto y seremos parte
de él como iguales. Por supuesto en astropolítica también podemos incluir la
construcción de ciudades submarinas, el cooperativismo empresarial, la economía
verde, el desarrollo de la nanotecnología, las construcciones en grafeno, y en
general todo lo que sea compatible con nuestros principios.
2- Hay que volver a un progreso
vertical, que es avance tecnológico y florecimiento civilizatorio. El
desarrollo auténtico, el material, requiere de inversión a largo plazo,
elevación de la calidad de vida, y trabajos de alta cualificación y
razonablemente pagados. Es lo opuesto al capitalismo financiero, que tiene algo
de neo feudal porque origina una minoría de superricos y una mayoría de
vasallos que se limitan a subsistir. La infraestructura determina la estructura;
demandas de la industria tecnológica crearían nuevas culturas y nuevos valores,
y un retorno a la excelencia y la virtud. Originaría una transformación social
porque está claro que la postmodernidad no nos llevará a Marte.
3- Nuestra astropolítica detesta la
guerra. Somos conscientes de que ésta ha fomentado el desarrollo tecnológico y
médico a lo largo de la historia de la humanidad. Pero no queremos progresar
más a costa de muertos. La industria aeroespacial impulsa el desarrollo, la
movilidad y seguramente la investigación clínica; es similar a la industria
bélica en eso, pero sin las vidas amputadas en los campos de batalla. La
astropolítica es una apuesta realista por la paz; quiere que las tensiones intrínsecamente
humanas que desencadenan violencia desde los albores de la humanidad se diluyan
en el camino a las estrellas.
4- Al transformar la industria se
producirá una regeneración de las élites. Las castas gerenciales y financieras
darán paso al reinado de ingenieros y filósofos. Los superseñores que nos
gobiernan están locos. Son especuladores y narcisistas, y como viven en su
propia imagología y no en la realidad, son adictos a la ingeniería social, que
es la única manera de que las poblaciones del globo encajen en sus esquemas. Buscamos la democratización de la prosperidad
económica. La astropolítica tiene algo de lucha de clases en el siglo XXI.
5- La naturaleza humana es así. Los seres
humanos somos nómadas, siempre desafiando los límites. La astropolítica es una
apuesta por los seres humanos como somos, y quiere tomar las riendas para
evitar que nos transformen. La astropolítica es un realismo, y se opone a sus
dos posibles riesgos: degenerar en tecno-gnosis transhumanista y los posibles
atajos con derivas totalitarias de raigambre jüngerianas.
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