José Ortega y Gasset vivió siempre en la “acatolicidad”. En todos sus textos hay una visión inmanente de la existencia y los escasísimos guiños que hace a los creyentes son más de índole político que teológico. Es difícilmente discutible que su compromiso intelectual fue con el liberalismo laico. Sin embargo hay unos intentos un tanto grotescos por parte de algunos discípulos católicos por presentar a un Ortega finalmente retornado al seno de la madre Iglesia; el gran argumento es que aparentemente en su lecho de muerte aceptó la presencia de un cura. Frente a toda una vida conscientemente agnóstica, que en esos últimos minutos de ocaso tal vez besara una cruz o algo por el estilo impugnaría, según estos planteamientos, la supuesta laicidad de todo su corpus teórico y habría que releer toda su obra desde el prisma de una religiosidad latente.
Cuando un filósofo se convierte en
objeto de culto, casi en una figura mesiánica, sus discípulos hacen este tipo
de tonterías. Además de dar vergüenza ajena, que allá ellos, es una aberración
epistemológica que cuando es tomada en consideración nos afecta a todos.
Edmund Husserl es el padre de la
fenomenología y uno de los filósofos más influyentes del siglo XX y lo que
llevamos de XXI. Sus propuestas son, como es sabido, un intento de dar
cientificidad a la filosofía. En realidad era un solipsista egomaníaco que
decía que los otros, la gente que le rodeaba, eran meramente datos de su
conciencia. Tamaña estupidez ha quedado ahí, sin obstaculizar la germinación de
una escuela fenomenológica y el surgimiento de miles de académicos que se
autodenominan husserlianos sin sonrojarse.
Estos, para defender la figura del
pope, lo que nos dicen es que el postulado de los otros como datos de la
conciencia está matizado en un legajo aparecido en una especie de limbo llamado
los “Archivos de Lovaina”, donde se matiza mucho la idea y la hace más
presentable, y los escépticos quedaríamos ojipláticos por su profundidad.
La cuestión es que los libros
fundamentales de Husserl aparecieron hace ya casi cien años. Su influjo ha sido
enorme aun con lo de los datos ¿Qué importancia tiene ya la matización?
Michel Foucault dejó una obra
estremecedora y brillante en la que describía al sujeto moderno como preso de
poderes inasibles, incapaz de hallar una alternativa, y cuya única salida era
la lucha fatalmente continua. Por supuesto sus críticos le echan en cara cierto
pesimismo antropológico al no ofrecer un modelo de convivencia liberadora
posible. Para salvar este escollo los foucaultianos han descubierto
recientemente que en una de las últimas lecciones del Colegio de Francia hay
una propuesta de sociedad no represiva. O sea que Foucault sí ofrece una
solución y llevamos medio siglo malinterpretándolo.
Una vez más, la anécdota convertida en
revelación de última hora.
Que el autor no es su obra es una
verdad de Perogrullo, pero es que la obra tampoco es la obra; la obra es su
recepción. Una pesquisa que obligue a replantearse lo que se daba por supuesto
de un autor puede ser interesante para los estudiosos específicos del mismo,
pero no para la historia de la filosofía, o para la historia en general.
Ortega, Husserl y Foucault son más importantes que sí mismos. Trascendieron sus
ámbitos y calaron más allá de cualquier especialización. Si resultara que ahora descubrimos que Ortega
fue devoto de la Virgen de la Merced desde niño, que Husserl tenía una doble
vida como agente realista encubierto, o que Foucault suscribía en secreto los
ideales de la era de acuario, no nos importa ya. Nada cambiaría. No hay
reescrituras retroactivas. Por supuesto
hay que evitar perseverar en el error y seguir con interpretaciones
equivocadas, pero el error es ya historia, ha acontecido; y por ello es incluso
más verdad que la verdad que estaba oculta en un misterioso cajón desde quién
sabe cuándo.
CODA
Los filósofos tenemos suerte de que la
filosofía sea cortésmente ignorada por el público general. Si llegara a grandes
audiencias todo el mundo se daría cuenta de lo ridículos que somos. Nuestros
ritos, nuestras fobias, nuestras cobardías. Imagino a los comediantes sacándole
partido: ¿Saben aquél que diu que unos beatos se reúnen en concilio bizantino
para decidir si San Foucault había empezado al final de su vida a venerar al
maligno neoliberalismo?¿Saben aquél diu que de una secta que veneraba a un tal
Hegel que decía que si la realidad contradecía a su sistema pues que peor para
la realidad?
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