Las fiestas navideñas se acaban y nos
arrojamos de nuevo a una realidad política crispada, extraña y, en cierta manera,
caricaturesca. Frente a la avalancha de malas noticias y recibos de la luz
estratosféricos podemos consolarnos planteando cambios en la forma de dirigir
la economía, a sabiendas de que no servirá para nada, porque nuestro hilo de voz
es débil y los superseñores del capitalismo financiero tienen el megáfono.
Al menos, creo yo, merece la pena pensar sobre ello. Es una buena ocupación que podrían tener los filósofos. En lugar de perder el tiempo con los galimatías heideggerianos, que a nadie importan, se podrían crear cursos de doctorado o grupos de investigación sobre la viabilidad del cooperativismo y el distributismo.
1. Wikipedia dice que la Corporación Mondragón es el primer grupo empresarial del País Vasco y el décimo de España. Sin embargo no hay mucha bibliografía sobre ella. De hecho, el único libro que he encontrado disponible en internet es Buscando un camino. Don José María Arizmendi-Arrieta y la experiencia cooperativa de Mondragón de Jesús Larrañaga, que es del año 1981.
Que un fenómeno tan curioso de la
economía nacional no despierte más interés resulta extraño. Se supone que en su
momento fue una iniciativa innovadora, por lo que amerita al menos que se hable
más de ella. De hecho sigue funcionando con más o menos éxito y tiene presencia
en otros países.
Wikipedia enumera dos grandes
inconvenientes de la Corporación. El primero es que carece de agilidad para
adaptarse a nuevos desafíos (pero lo mismo podríamos decir de El Corte Inglés,
que no supo prever el mundo del delivery y ahora cierra tiendas y
sobrevive como puede). El segundo es la
acusación de que algunas subcontratas no responden a la filosofía participativa
(pero aun así es mucho más amable y democrática que Amazon). Ambos reproches
nos parecen interesados y no justificarían el silencio que ha caído sobre
Mondragón.
Tiene un pecado original de
nacimiento, y es que sólo pudo ser posible en la autarquía franquista, que le
permitió crecer sin competencia inicial, y que se le debe a un sacerdote, lo
que puede hacer que despierte inquinas. Tampoco es una empresa unicornio que
cotice oceánicamente en la Bolsa, algo que entusiasmaría a muchos, y a la vez
sigue siendo una manera de domesticar al capitalismo, no de destruirlo, como
sueñan desde sus casoplones de lujo tantos progres que están al mando de los media.
Su querencia vasquista también puede
llevar a pensar que es un fenómeno vinculado a la tramontana cantábrica, pero
de hecho esto queda desmentido en el propio libro, que se contradice en este
sentido. La primera parte es, en efecto, una oda al imaginario aranista, y da a
entender que Mondragón sólo es posible en el País Vasco, pero luego en la
segunda parte explica que el valle donde se ubica era carlista y hostil a la
industrialización, que tuvieron que ser los ingleses los que metieron con
calzador las fábricas, y que los trabajadores de las mismas fueron siempre
maketos de ideología socialista.
Arizmendiarrieta (1915-1976), el
creador del invento, no escribió ningún tratado. Pero si expuso su pensamiento
en varios panfletos y hojas internas de la Corporación. En este libro aparecen
bastantes citas suyas que son interesantes; semejan a las del libro rojo de
Mao, pero sin anunciar genocidios, solo eficacia empresarial y participación
social.
El sacerdote era lector de Mounier y
trató de llevar el personalismo cristiano a la producción industrial.
Insistió mucho en la formación
permanente de los trabajadores para poder lidiar con los inevitables cambios de
paradigma. También propugnaba que la democracia era el triunfo de la mayoría, y
que no se podía estar siempre pendiente de las inevitables minorías revienta
asambleas. Hay un párrafo en el que dice que no hay que caer en el
individualismo, pero sí exigir la máxima responsabilidad individual; aunque en
general es partidario de unir a la sociedad en proyectos ilusionantes como
éste, quiere crear una comunidad cohesionada. Más adelante Arizmendiarrieta
argumenta que para que la Corporación sea viable económicamente tiene que tener
una caja de ahorros que no funcione como un banco normal. También tiene unas
líneas un poco unamunianas, en las que insinúa que más que invertir en
investigación, lo que hay que hacer es copiar lo que otros investiguen, o sea,
que inventen ellos…
El modelo Corporación Mondragón es
exportable a otros puntos de la geografía; en este libro queda claro que no
parece que tenga que ver con el RH negativo. La pregunta entonces es por qué no
crear dos, tres, muchos Mondragón, que esta forma de economía se expanda por el
país. Vivimos un tiempo en la que de la clase media hacia abajo cada vez
vivimos peor. Los salarios se estancan. Mucha pequeña y mediana empresa sólo
puede contratar empleados si les paga una miseria. El Estado responde considerando
una prioridad importar trabajadores que sí acepten esas condiciones. Igual una opción sería tender hacia las
cooperativas, que esos empleados sean propietarios de la empresa.
2. Sergio Fernández Riquelme, profesor de la Universidad de Murcia, director de La Razón Histórica y autor de varios libros, acaba de publicar Distributismo. La economía social de Chesterton en la editorial Letras Inquietas
El libro es pedagógico y claro, en él podemos
seguir el hilo histórico de esta propuesta ética para humanizar la economía que
surgió a finales del siglo XIX a partir de la doctrina social de la Iglesia
Católica, y que en la Inglaterra de la época tuvo un especial desarrollo
teórico entre los católicos G.K Chesterton y H. Belloc.
Básicamente el distributismo busca
extender la propiedad entre toda la ciudadanía, o sea, que el ideal del
capitalismo no se reduzca a una minoría oligárquica que controle toda la
producción, pero evitando en todo momento la tentación estatista de los colectivismos
varios que tantos estragos han causado en Europa. Es un camino medio entre el
liberalismo y el socialismo en el que cada persona es dueña de su trabajo, su
casa y su vida. Se vertebra en la familia y en la comunidad, y su visión
antropológica es hondamente cristiana.
Su condición de proyecto católico en
un contexto religioso hostil, y su incapacidad para encontrar una posición
clara entre sus adversarios políticos, llevó al distributismo a ser una
corriente no del todo madura, más voluntarista que viable, que no ha tenido un
gran peso en el mundo intelectual occidental. Aunque ha habido, como nos cuenta
nuestro invitado, algunos epígonos y cierto resurgir en el mundo anglosajón,
pero, paradójicamente, en los países católicos el distributismo es un gran
desconocido.
De cualquier manera, el caos que
provoca la acumulación depredadora del capitalismo financiero nos lleva a
despolvar los viejos libros de Chesterton buscando otra forma de entender la
economía. Los tiempos que vivimos parecen darle la razón.
Y para este viaje de descubrimiento
teórico Sergio Fernández Riquelme es un guía de excepción.
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