24.9.23

Enrique Ocaña, dolor y filosofía

1.
En los años noventa un joven filósofo valenciano llamado Enrique Ocaña (n. 1965) llamó la atención con sus primeros libros. El Dionisios moderno y la farmacia utópica era una buena investigación sobre la relación de varios escritores con las drogas. Más allá del nihilismo y Duelo e historia fueron dos aproximaciones a la obra de Ernst Jünger; el primero correcto y didáctico; el segundo, de una gran belleza y profundidad, todavía es de mis lecturas de cabecera. El último libro que presentó fue Sobre el dolor, la que se supone es su gran obra, pero que a mí me parece sin embargo el típico mamotreto de aspirante a genio de la filosofía, con su abundante exhibición de citas y enésima reinterpretación de los clásicos desde una supuesta perspectiva innovadora. 

17.9.23

Panfleto para seguir viviendo

Panfleto para seguir viviendo de Fernando Díaz, que ahora felizmente se reedita, es el libro definitivo sobre la juventud del extrarradio madrileño de nuestros días. Se publicó por primera vez en el 2007 con un texto en la solapa izquierda, donde suelen glosar obra y milagros del literato, que se limitaba a decir: "Fernando Díaz nació en Madrid en 1979 y forma parte de una organización revolucionaria". La leyenda es que el autor ni siquiera conoció a su editora, que ella recibió el manuscrito y lo publicó sin si quiera un apretón de manos. Díaz insiste en el texto en que no quiere convertirse en escritor profesional. También afirma que lo que cuenta es en verdad su vida; si es así, estamos ante uno de los libros más importantes de las últimas décadas. Si hay algo de truco detrás, si su autor es por ejemplo un postgrado en literatura comparada capaz de impostar voces, sigo considerándolo importantísimo, pero ya sin voz eufórica ni exclamaciones.

Amo especialmente este libro también por cómo llegó a mi vida. En la Luis Ángel Arango, la biblioteca más grande de Bogotá, de vez en cuando hacen saldos de libros a precios irrisorios. Un día había cajas y cajas con docenas de ejemplares del Panfleto a 2000 pesos –al cambio no llega ni a 1 euro-, y pensé que el título era atractivo y que por ese precio me arriesgaba. Muchos estudiantes y viandantes pensaron lo mismo, supongo, porque se vendía bien.

10.9.23

Astropolítica


Nosotros nunca caminaremos sobre la superficie de Marte. Será muy difícil que lleguemos a ver la normalización de los viajes interplanetarios o el asentamiento de colonias espaciales. Nuestra generación no cruzará esa frontera. Pero los niños que juegan hoy en el parque de nuestro barrio todavía están a tiempo. Los que alcancen la madurez a mediados de este siglo podrán visitar otros planetas o incluso vivir allí. Depende de nuestra generación prepararles el camino.

Puede que no sea mucho, pero tampoco es nada, conmueve imaginarlo: nuestros hijos o nietos, cuando sean adultos, en algún momento de descanso o introspección, ante un horizonte rojo y cubierto de estrellas, verán surgir mansamente un planeta azul al que un día llamaron hogar y pensarán en lo mucho que les gustaría que pudiéramos estar allí con ellos en ese momento.

3.9.23

Biopoder y depilación


El Biopoder está disponible en cremas, píldoras y aerosoles.
Tiqqun

En Asfixia de Chuck Palahniuk hay un momento en que una loca sale corriendo desnuda, y al describir su vagina totalmente depilada, el narrador sugiere que le recuerda “una ranura por la que pasar la tarjeta de crédito”. No es baladí la metáfora económico-consumista.  Caitlin Moran en Cómo ser mujer abomina de las modas rasuratorias. Cuando hace cuentas de lo que hay que gastarse en cremas y otras vainas afirma que “por fin han conseguido que las mujeres tengamos que pagar por tener coño”. Luego se pone a recordar cómo empezó todo, y explica que fue muy rápido, que en los años noventa lo normal era la peludez, pero que con el nuevo siglo, en poco más de un año, ir completamente lampiña se convirtió en un imperativo social. Un contagio mimético genital. 

El fenómeno es fascinante. Es prácticamente imposible encontrar ya un matojo de los de toda la vida –eso ahora es vintage-, todas las mujeres han pasado por el aro. Y si todavía queda alguna hippie vergonzante, por lo menos se lo reduce hasta casi invisibilizarlo.  Luego además hay derivados de esto. Si los labios vaginales quedan demasiado sobreexpuestos, o sea poco infantiles, ya hay cirugía para recortarlos. Si el ano se desvela como poco chic, hay operaciones de blanqueo.