27.8.23

Cuatro visiones de la Historia Universal

El filósofo barcelonés José Ferrater Mora fue uno de los exiliados que desarrolló una vasta obra en el exterior; aún vivía en 1975 y volvió a pasar sus últimos años en España. Sin embargo su vigencia filosófica en nuestro país no goza –nunca lo ha hecho- de buena salud. Sus libros no se reeditan y hay algunos que ya son inhallables. Eso por supuesto no quiere decir que no merezcan la pena. Hay un texto en concreto que aparece en sus Obras Selectas[1], llamado Cuatro visiones de la Historia Universal que es una inmejorable puerta de entrada en eso que se ha venido a llamar la Filosofía de la Historia.

En este texto se nos explica la concepción que han tenido de la Historia cuatro autores cimeros (San Agustín, Vico, Voltaire y Hegel), en los que considera que se resume un poco toda la Filosofía de la Historia Occidental. Dice que estos cuatro no son necesariamente los más importantes, pero sí los más originales, y que los demás se pueden inscribir en sus sistemas. Así, por ejemplo, dice que Marx no necesita un apartado especial porque él cabe en el pensamiento de Hegel. Por supuesto todas estas generalizaciones necesitarían matices, pero para aproximarnos brevemente a los antecedentes del materialismo histórico dentro de los márgenes de este trabajo, nos sirven.

20.8.23

Una ventana al mundo



Una ventana al mundo puede ser una oportunidad para evitar el destino de algunos organismos: la autofagia.
José Ferrater Mora

Los españoles se ahogan entre sus propios espumarajos, tal vez por costumbre. Siguen con pleitos decimonónicos en tiempos cuánticos. Hay mil sucesos locales y globales que podrían encarar, pero prefieren seguir resentidos y biliosos, acusando de sus miserias al vecino, que en la mayoría de los casos está tan vapuleado como ellos mismos. El Cotarro lleva cuarenta años emponzoñando a la ciudadanía convenciéndonos de que entre zurdos y diestros, centro y periferia, creyentes y no creyentes, la convivencia es imposible y el odio legítimo. Ahora que sabemos que todo era un circo para mangonear mejor, la rabia se reorienta hacia los que se beneficiaban de plantar cizaña. Es un buen primer paso, pero sigue sin superarse el abotargamiento de quien lleva demasiado tiempo encerrado en una casa con parientes que detesta.

13.8.23

H.P Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida

 

Hay libros que abren nuevos caminos. No tienen que ser necesariamente publicaciones estruendosas y magnificadas, también pueden ser minoritarias insolencias intelectuales que nadie esperaba y que poco a poco, sin hacer mucho ruido, aglutinan seguidores.

H.P Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida de Michel Houllebecq es un ejemplo.

Seguramente pocos de los lectores del novelista francés se habrán interesado por esta obra aparentemente secundaria, y dudamos de que esté entre lo más vendido de su catálogo. Sin embargo en los mundillos intelectuales contemporáneos tiene gran importancia. La consagración de Lovecraft como referente del realismo especulativo se debe en gran medida a esta obra.

6.8.23

Sociología del moderneo


La sociología no es una disciplina cuya lectura resulte especialmente grata al profano. La mayoría de sus textos abundan en terminología propia del gremio, así como en un enfoque farragoso y estadístico. Pocos de sus autores consiguen traspasar los límites de la academia, aunque los que lo hacen son celebrados por el lector generalista. George Simmel, Gilles Lipovetsky o más recientemente Zygmunt Bauman son ejemplos de sociólogos que saben escribir bien y que gozan de cierta estimación popular.

Otro de los problemas, creemos, que entorpece la difusión de la sociología, y que tal vez es inherente a ella por sus orígenes marxistas, es su impugnación sistemática de la sociedad en la que vivimos: paradójicamente muchos sociólogos parecen detestar a nuestra sociedad, y tal vez por un síndrome de autoimportancia, se dedican a anatemizarla y profetizar su derrumbe. Pero los agoreros acaban resultando cansinos, sobre todo cuando nada de lo que auguran que va a pasar sucede realmente. Para muchos sociólogos la colectividad es una cárcel y el capitalismo el infierno en la tierra; aunque la verdad es que todos seguimos adelante como podemos, nos queremos tanto como nos dejamos, y en el horizonte tenemos esperanza y destellos de felicidad. Para mejorar agradeceríamos que nos explicaran cómo es el mundo, no cómo de resentido está el ánimo del que nos lo describe.