O tal vez la Matrix está lejos de temer a minorías hiperintelectualizadas que sueñan con dinamita, y hasta le divierte jugar con este tipo de muchachada desubicada. A saber. Desde luego este libro irritará a los que militan en las narrativas del Poder y aplauden los memes gubernamentales. Y eso de momento ya es suficiente.
El autor, o autores, de este Manifiesto es desconocido. En España lo publica Pepitas de Calabaza y en la solapa no se le atribuye a nadie su redacción. Sin embargo, por el estilo y el contenido parece que es otro texto de Tiqqun, o de alguna de sus variantes o de antiguos miembros. Ellos lo niegan, pero no sabemos si lo hacen por cuestiones tácticas. De cualquier manera, si la autoría no se debiera en efecto a este grupo anarquista francés, sí está claro que sus perpetradores contaban con hacerse pasar por ellos. Nosotros hablaremos de los “autores del texto”, sin más especificaciones ni disquisiciones.
Los autores del texto, pues, nos suministran un nuevo manual de combate.
Magníficamente escrito, movilizador, no se lee impunemente; parece un discurso
destinado a vocearse con altavoz ante una multitud caótica que un líder
revolucionario quiere convertir en un grupo de acción cohesionado. Su tesis es
que la estigmatización de “conspiracionismo” es utilizada por el Poder para
desarticular las resistencias populares (“La acusación de conspiracionismo es
el guardián de la mentira desvergonzada”, pág. 30). Además de ser una
estrategia de distracción porque, de hecho, las conspiraciones existen. El 1%
de la población que controla el 48% de la riqueza planetaria conspira a diario
por mantener el status quo, y la única manera de oponerse es a su vez
conspirando.
Para
los autores del texto el punto de no retorno ha sido el Covid y la vulneración
sistemática de todas las leyes que protegían al ciudadano de las intromisiones
del Estado. “Desde marzo de 2020, en todas partes y en todos los idiomas, se ha
expresado la misma sensación de haber entrado en una distopía de la que ya no
conseguimos despertar” (pág. 47) Consideran que la pandemia existió, pero no en
los términos que decían los gobiernos, y atribuyen las medidas de excepción a
una estrategia preparada para desarticular los movimientos sociales que
despuntaban en distintos lugares del orbe en el 2019.
Para
resistir, nos dicen estos activistas, hay que conspirar y actuar, porque
tanta arbitrariedad programada destinada a destruirnos como pueblo merece una
respuesta inapelable. Y porque después de tanta humillación y encierros,
acumulamos resentimiento, y “el resentimiento no es sino la venganza
postergada” (pág. 285).
El
libro es muy recomendable y trata distintos temas; siempre con fogonazos, eso
sí, nunca con profundidad: recordemos que esto es un panfleto. Pero hay dos
cuestiones que queremos resaltar.
La
primera no es explícita en el Manifiesto, pero no podemos evitar
preguntarnos por la naturaleza del llamado “delito de odio”. En este libro
aparecen citas textuales de políticos, científicos, economistas, y demás
mandamases en los que se llama a la exclusión social de los no vacunados, a los
que se acusa de ser propagadores de muerte, mientras que se felicitan
cínicamente por la llegada del virus y las posibilidades de configurar un nuevo
orden social sin resistencias aprovechando que todo el mundo está recluido en
sus casas a punta de certificados de vacunación ¿No son acaso estos
llamamientos eugenésicos más graves que hacer algún deleznable comentario
machista o racista?
La
segunda cosa que queremos reseñar sí es abiertamente tratada por los autores
del texto. Se refiere a que la izquierda mundial en marzo del 2020 se “ha
pasado al bando del gobierno”, y “se ha lanzado a apoyar sistemáticamente el
golpe de mundo tecnocrático” (pág. 36). O sea, referencian lo que aquí José
Manuel de Prada llama con tanto acierto “la izquierda caniche”, porque le gusta
que el globalismo capitalista le acaricie. Se ha certificado así el fin de
un imaginario político y el surgimiento de uno nuevo que todavía no podemos
delimitar bien, pero en el que sí tenemos clara la emergencia de nuevos sujetos
políticos, nuevos “nosotros”, que ya no buscan la reforma o la aceptación,
porque sencillamente se han desvinculado de las narrativas hegemónicas y ya no
forman parte de la simulación de sociedad.
Los
autores del texto lo verbalizan muy bien en la página 27: “El poder actual le
ha cogido el gusto a esta operación recurrente: plantear una realidad delirante
y a continuación declarar herejes a quienes se niegan a aceptarla. Pero
nosotros no somos una herejía. Nosotros somos un cisma. No hay, en
este momento, gente que decide y gente que protesta. Hay realidades que
divergen, continentes perceptivos que se alejan, formas de vida que se vuelven
irreconciliables”.
Un
ejemplo de este nuevo “nosotros”, recurrente en todo el Manifiesto,
es el movimiento de los chalecos amarillos en Francia.
Ya
casi al final del libro, en la página 283, vuelve al tema de esta secesión del
nuevo “nosotros”, y lo desarrolla: “El cisma es por tanto entre dos tipos de
“nosotros”. El “nosotros” representativo de aquellos que
comparten un atributo -ser suizo, policía, cazador, LGTBIQA+, etc.- en virtud
del cual pueden tener representantes, diputados, portavoces, iconos, derechos o
sindicatos, y el “nosotros” experiencial de aquellos que comparten una vida y
se encuentran en la toma de palabra, el gesto o la historia de alguien. En
todas partes, en esta época, los ´nosotros´ representativos se ven desbordados
por los ´nosotros´ experienciales, tan plásticos, tan inestables, pero tan
poderosos (…) Los ´nosotros´ representativos sobre los cuales está construida
esta sociedad no comprenden esta erupción histórica de los ´nosotros´ experienciales. Están literalmente aterrorizados, traumatizados, indignados”.
Como
una represión freudiana, el Poder ha creído que puede sepultar lo económico
bajo un mar de identidades prefabricadas y de falsos relatos emancipadores,
pero las cartillas vacías de las clases populares siempre vuelven en forma de
síntoma experiencial. El cisma que proponen los autores del texto, antes que
nada, volver a la realidad, que es la posibilidad de llegar a fin de mes y
dejar al Poder con sus espectáculos de batallas culturales.
Luego, claro, en el territorio liberado de lo real habrá que reconstruir el mundo.
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