Hoy se
cumple el segundo mes de encierro pandémico, y decido castigarme leyendo literatura de
viajes. Hotel Nómada, del holandés Cees Nooteboom (n. 1933), es un
ejemplo excelente de este subgénero. Son doce narraciones independientes que
tienen en común el deambular por algún lugar más o menos remoto del globo,
siempre salpimentadas, como es de ley, con reflexiones sobre el hecho mismo de
viajar, y la condición de extraño y extrañado del forastero.
Nooteboom
es un escritor de los de la mejor especie: escribe bien sin que se note. Nos
lleva en su mochila y sentimos con él el aire del desierto o la indefensión del
viajero en tierra hostil, pero no sobrecarga el texto con florituras adjetivas
ni gesticulaciones falsamente profundas; cuando describe lo hace con concisión,
y reflexiona lo justo sin excederse nunca más de un párrafo en ello. Se
agradece la contención.
Añade
muchas fotografías también, algunas muy bellas, que ilustran los textos y
parecen dar razón de que lo que se cuenta es cierto.
En
cuanto a los viajes, visita distintos países africanos y latinoamericanos, para
cerrar el libro en España, país del que se ve que sabe bastante y al que evita
“orientalizar” a la manera de Gerald Brenan (Nooteboom nos ahorra toreros,
flamencas telúricas y pasionales, y campesinos premodernos que le enseñan el
significado de la auténtica felicidad).