Es un error de quienes están demasiado elevados moralmente como para escuchar lo que se dice en la calle creer que vamos a aceptar calladitos que nos impongan restricciones mientras los responsables del empobrecimiento global siguen con su modo de vida de turbolujo.
El relato que esgrimen los poderosos para justificarse es que hay agotamiento de las materias primas, que el calentamiento global es imparable y que somos demasiados en el planeta. Y nada de esto que nos dicen se puede poner en duda; es más, no está permitido siquiera hacer preguntas. Cualquiera que recele del edicto es un negacionista, un peligro público.
Pero lo cierto es que no es la primera vez en la historia que se ha producido un agotamiento del modelo productivo, y siempre ha surgido otro para reemplazarlo. Es más, el capitalismo es una sucesión de estos ciclos de contracción y expansión. Nada nuevo bajo el sol. Avanzamos como sociedad como podemos, cambiando, improvisando sobre la marcha; siempre deudores de las coordenadas de lo posible, pendientes de lo que se nos permite hacer con los elementos que nos ofrece la infraestructura económica.
Humanidad. Desafíos éticos de las tecnologías emergentes es una recopilación de conferencias transcritas de lo que fue un curso de verano en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Sus responsables principales son Albert Cortina y Miquel-Àngel Serra, y la publicación data de 2016, lo que hoy, con la pandemia mediando, parece ya una eternidad.
El libro responde a esa máxima gomezdaviliana de que el cristianismo no tiene todas las respuestas, pero al menos se hace las preguntas correctas. Aquí, la ingeniería genética, el transhumanismo, la neurociencia y otros temas que serán actualidad mañana por la mañana se debaten con profundidad y pedagogía. Los distintos autores hilan fino. Aunque el lector no comparta las conclusiones, agradecerá lo didáctico de los planteamientos. Son temas que necesitamos conocer, porque definen nuestras vidas. Pero lo que he encontrado más ilustrativo no es la cuestión de la bioética bajo un prisma católico —sin duda interesante y sobre lo que versa el libro—, sino la enumeración de innovaciones tecnológicas que se anuncian.
Un tema crucial en este libro es la inminente convergencia de las tecnologías NBIC (nanotecnología, biotecnología, tecnologías de la información y de la comunicación, y neurocognitivas) que harán obsoletos los medios de producción actuales. También se habla de la informática cuántica, que ya es una realidad y nos llevará a un futuro en el que nos olvidaremos del silicio, y nos conducirá, obviamente, a horizontes computacionales que hoy no podemos ni imaginar. Y con frecuencia se hacen además referencias a las posibilidades de cooperación social que nos traerá esta nueva economía de redes, que bien puede suponer una forma de liberación para la humanidad.
Volviendo a las interrogantes retóricas a Macron: ¿Cómo se puede certificar el fin de la abundancia cuando más bien parece que estamos ante un cambio de paradigma productivo y social? ¿Qué interés tienen las élites en acostumbrarnos a la pobreza cuando todo parece indicar que estamos ante el inicio de una nueva era de prosperidad económica, que podría ampliar los márgenes de nuestra existencia?
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