En sus 170 páginas, se analizan los conceptos y reflexiones del autor checo, especialmente en El arte de la novela, La inmortalidad y La insoportable levedad del ser. El eje central del libro es el concepto de "kitsch", que comenzó designando lo cursi o excesivo en el arte, pero que con el tiempo amplió sus significados hasta adquirir, en Kundera, una dimensión política y sociológica de gran perspicacia. En La insoportable levedad del ser, el kitsch es el imperativo que nos obliga a conmovernos de una manera determinada, a marchar con la multitud con los ojos acuosos y a reverenciar al poder sin cuestionamientos.
Para Kundera, la civilización industrial no solo ha producido en serie objetos de consumo, sino también sentimientos prefabricados, convertidos en derechos inviolables. Mientras que la Ilustración buscaba someter los sentimientos a la razón, los poderes actuales, en cambio, los crean, los amplifican en su versión más obscena (kitsch) y se erigen en sus defensores ante el homo sentimentalis, el ciudadano de la nueva infantocracia, un mundo donde la emoción reemplaza al pensamiento autónomo y se convierte en herramienta de manipulación política.
Kundera creció bajo el comunismo y le llamó la atención su poder estético, capaz de movilizar incluso a sus detractores. Según él, la razón de este fenómeno es que la ideología fue sustituida por la "imagología", un sistema que no busca convencer, sino imponer un lenguaje que todos deben hablar. Como explica en La inmortalidad, las ideologías sucumben ante la realidad, pero la "imagología" no, porque ella misma la crea. En el mundo contemporáneo, los medios de comunicación y la publicidad desempeñan este papel, estableciendo los discursos hegemónicos que rigen nuestras percepciones y emociones.
De fondo siempre está "la levedad": una existencia hostil que no promete nada. Los personajes de Kundera buscan la mirada de los otros para sentirse inmortales, pero la certeza de que nada importa persiste. El amor tampoco es una salvación, pues también está mediado por el kitsch y sus representaciones estereotipadas. Así, seguimos entrando en los bares como animalitos asustados, en busca de atención y de un sentido que se nos escapa constantemente.
Milan Kundera y el totalitarismo kitsch es en definitiva un buen libro. Sirve para entender nuestro mundo de emociones prefabricadas y nuestras pauperizaciones existenciales.
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