Para comprender a la mayoría de los grandes filósofos necesitamos guías. Afirmar que nos hemos iniciado en la disciplina leyendo directamente a Aristóteles o a Hegel, sin mediadores, es tan impresionante como proclamar que hemos escalado el Everest en una sola noche. Impresionante pero necesariamente mentira. Peor aún, quien sostiene tales afirmaciones podría creer realmente que dice la verdad, sin sospechar que apenas ha entendido una mínima parte de lo que ha leído, del mismo modo en que una colina de Arganda del Rey, vista bajo los efectos del alcohol, bien podría parecer el Himalaya.
Los grandes pensadores están enraizados en contextos históricos y culturales que nos resultan lejanos. Sin un marco conceptual adecuado, muchas de sus ideas se nos presentan como ininteligibles, enredadas en códigos filosóficos que requieren una labor de interpretación. En otros casos, su opacidad no es solo conceptual sino estilística: algunos escribieron con una torpeza tal que avergonzaría a un estudiante de bachillerato. Es aquí donde la mediación de un buen intérprete se hace imprescindible.
Sin embargo, con José Ortega y Gasset no enfrentamos estos obstáculos. Su proximidad histórica y geográfica nos permite reconocer en sus inquietudes ecos de nuestras propias preocupaciones. Además, su claridad expositiva es tan excepcional que llega a producir un efecto paradójico: escribe con tal elegancia y fluidez que corremos el riesgo de olvidar que bajo la belleza de sus frases se esconde una filosofía de profunda exigencia intelectual.
Un ejemplo perfecto de esta transparencia engañosa es ¿Qué es filosofía?, un conjunto de conferencias pronunciadas a finales de los años veinte. Su expresividad es tan deslumbrante que puede llevarnos a pasar por alto su carácter de propuesta metafísica fundacional. Es un libro que puede disfrutarse sin mediaciones, pero también se beneficia de una lectura guiada por un conocedor de la obra orteguiana, alguien que nos ayude a descubrir los matices que podrían escapársenos.
Entre los discípulos más destacados de Ortega, Antonio Rodríguez Huéscar ocupa un lugar especial. A pesar de su relativa falta de reconocimiento, sus libros y artículos iluminan como pocos la riqueza del pensamiento orteguiano. En La innovación metafísica de Ortega. Crítica y superación del idealismo, Huéscar desentraña la metafísica implícita en la obra de su maestro, centrándose especialmente en ¿Qué es filosofía?, que, según él, bien podría haberse titulado ¿Qué es la metafísica?. En este análisis, se destaca la intención de Ortega de construir una nueva metafísica, no basada en la idea del ser, sino en la vida y sus categorías fundamentales.
Huéscar enumera cinco categorías de la vida propuestas por Ortega: 1) absoluto acontecimiento, 2) encuentro, 3) actualidad, 4) presencia y 5) acto de presencia. A partir de ellas, argumenta que, frente al pensamiento griego, la fenomenología, Heidegger y prácticamente toda la tradición filosófica occidental, se hace necesario edificar una metafísica sobre la radicalidad de la vida humana como realidad primaria e ineludible.
Esta propuesta metafísica abre perspectivas que resultan especialmente relevantes en la actualidad. En un mundo donde la ingeniería genética está diseñando el próximo salto evolutivo de la humanidad, la idea orteguiana de la vida cobra renovado interés. Aunque en Ortega la vida no se reduce a lo biológico, es innegable que lo biológico forma parte de ella. Y, en definitiva, la vida es el horizonte en el que existimos, mientras que el concepto de “ser” no ha sido visto en ningún lugar más allá de las páginas de la metafísica tradicional. En cuanto al Dasein, esa construcción poética cuya traducción sigue siendo discutida, puede resultar un campo fértil para el debate académico, pero difícilmente constituye una base para un proyecto filosófico transformador.
Al terminar la lectura tanto de ¿Qué es filosofía? como del libro de Huéscar, nos invade una sensación melancólica. No podemos evitar preguntarnos qué habría sido de Ortega si hubiese nacido en otras latitudes. Quizá sería reconocido como el filósofo más influyente del siglo XX y, sobre todo, los caminos que abrió para la disciplina no habrían quedado oscurecidos ni inexplorados. Pero su obra sigue ahí, esperando ser recorrida y descubierta por nuevas generaciones de lectores y pensadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario