Hay libros que abren nuevos caminos.
No tienen que ser necesariamente publicaciones estruendosas y magnificadas,
también pueden ser minoritarias insolencias intelectuales que nadie esperaba y
que poco a poco, sin hacer mucho ruido, aglutinan seguidores.
H.P Lovecraft. Contra el mundo, contra
la vida de Michel Houllebecq es un ejemplo.
Seguramente pocos de los lectores del novelista francés se habrán interesado por esta obra aparentemente secundaria, y dudamos de que esté entre lo más vendido de su catálogo. Sin embargo en los mundillos intelectuales contemporáneos tiene gran importancia. La consagración de Lovecraft como referente del realismo especulativo se debe en gran medida a esta obra.
Para esta escuela de filosofía, que es
muy nihilista y muy pesimista, hay que intentar comprender el cosmos
prescindiendo de las redes de significados que ha creado el hombre. O sea,
encarar lo real como si no existiéramos, a lo bruto, sin los relatos tranquilizadores
que nos contamos para distraer el miedo que da sabernos materia finita y
contingente del universo.
Los monstruos lovecraftianos que
habitan en los márgenes de la civilización, y que son indescriptibles,
irracionales, y cuya naturaleza y sentido ignoramos, tributan como metáforas de
lo que tratan de decirnos estos filósofos, que se puede simplificar diciendo
que en cuanto nos salimos de nuestros espacios seguros de la cultura, el caos
de lo real -el noúmeno kantiano- se convierte en un bicho muy feo que tiene
tentáculos y quiere merendarnos.
No conocemos lo suficiente a Lovecraft
como para ponderar hasta qué punto es un escritor tan grande como se nos dice,
pero sí parece seguro que fueron autores posteriores los que encumbraron al
escritor estadounidense como si fuera una especie de viajero que volvía
cubierto de rasguños tras su periplo por las dimensiones incognoscibles.
De hecho Houellebecq equipara en este
libro a Lovecraft con Homero y los cantares de gesta como creador de mitos. Lo
que a su vez es la creación de otro mito, el mito Lovecraft como creador de
mitos, que es lo que ha perdurado más que su prestigio literario. Aquí no se
rehabilita al escritor, que ha quedado un poco anticuado, lo que se valora es
la del visionario que supo crear historias en las que el horror sucede sin
explicación ni consuelo, porque este puerco mundo es un sitio hostil que no nos
quiere.
H.P Lovecraft. Contra el mundo, contra
la vida está magníficamente escrito y no hace falta haber leído nada del autor
reseñado para disfrutarlo; en estas páginas lo que se glosa es el nacimiento de
un nuevo subgénero: el “horror cósmico”. El mejor Houellebecq, con sus
sentencias vitriólicas y sus opiniones sulfurosas, está aquí. En cada página
encontramos alguna idea importante; es sencillamente un libro inolvidable y
profundo.
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