3.7.22

Filosofía y carnaval

En uno de sus poemas de principios de los años ochenta, el poeta colombiano Raúl Gómez Jattin escribió los versos:


"El paisaje moral / de tus contemporáneos / te afectó como una lepra blanca."


Eso del moralismo ambiental como una enfermedad que, envuelta en el color de la inocencia, mata corroyendo la carne es una imagen harto expresiva. En concreto, Gómez Jattin se refiere aquí al conservadurismo social de su época, que a un excéntrico “pansexual” como él lo llevó a la locura y a una muerte por (probable) suicidio.


Nosotros podemos entender a aquella generación de nacidos a mediados del siglo XX, a quienes la vida se les hacía demasiado estrecha entre curas y tradiciones, y para quienes la nueva escolástica marxista que imperaba en los márgenes sociales tampoco resultaba convincente. Por supuesto, aquellas espesuras fraguaron a los posmodernos, unos nihilistas cansados de todo que solo querían divertirse.


En el terreno de la filosofía española, los equivalentes del poeta colombiano son los llamados neo-nietzscheanos de la Transición: aquellos jóvenes enfrentados a la moral nacional-católica, que a su vez eran escépticos ante los libros rojos y que finalmente optaron por ser irreverentes y tomárselo todo a risa. Fernando Savater y Eugenio Trías son sus más famosos representantes.


Soy bastante posterior a ellos y reconozco que tiendo a tener demasiadas fobias, por lo que siempre he visto en ambos a unos viejos farsantes que se incorporaron al cotarro sin despeinarse, convirtiendo su nihilismo juvenil en mero pesebrismo acomodaticio. Pero también tiendo a ser desleal a mis fobias y a replantearme mis asqueamientos. La verdad es que los primeros libros de ambos autores, escritos en los estertores del franquismo contra la moral imperante en su época, pueden releerse hoy como un grito contra el moralismo en general, sin necesidad de concretar el contexto.


Tras la tregua descomedida de la posmodernidad, con el todo vale y viva la fiesta, ahora vivimos nuevos tiempos de oscurantismo. Nosotros también estamos sometidos a unos poderes que pontifican, que deciden las fronteras entre el bien y el mal, y que condenan como herejes a quienes osan pensar por sí mismos. Hoy nuestra lepra blanca ha mutado, pero es igual de dañina. Hemos salido del mundo tradicional para someternos a una nueva religión progre, hipermoralizante y metomentodo.


De Savater ya he hablado aquí. A Eugenio Trías le conozco menos, pero, por lo que he leído, puedo asegurar que, si fuera francés, sería ya un lugar común de la filosofía europea. Todos los culturetas citarían lo de la “razón fronteriza” y “el cerco hermético” para lucir jerigonza en los eventos sociales.


Su Filosofía y Carnaval, que se publicó por primera vez en 1971, no es un buen libro. Demasiado juvenil y demasiado fascinado por Foucault. Pero su ataque a la idea de un yo puro y delimitado, su desenfadada apuesta por las máscaras y las subjetividades, choca con la lepra blanca actual, que nos quiere encorsetados en identidades de victimarios y víctimas. Trías se ríe de eso, y de la idea de progreso, y de la razón de Estado, y de la emotividad como arma política. Y como todo eso ha vuelto con fuerza desde la crisis de 2008, él y la contracultural filosofía neo-nietzscheana de la Transición española vuelven a tener sentido.


La transvaloración de los valores que promulgaba Nietzsche es tan necesaria como hace cuatro o cinco décadas, tal vez más, porque hay unos nuevos predicadores frailunos que se meten en nuestras braguetas, en nuestras conciencias, y que nos amenazan con excomulgarnos si no anhelamos sus cielos. Leído hoy, Filosofía y Carnaval nos dice que, ante la lepra blanca de lo woke, debemos recuperar la risa dionisíaca, celebrar la locura de ser incorrectamente libres.


No hay comentarios: