Novela y película comparten un mismo marco argumental: en un futuro próximo han dejado de nacer niños, por lo que la humanidad parece condenada a la extinción. Impera un ambiente de fatalismo y depresión, y en Inglaterra, donde transcurre la acción, se ha impuesto un régimen autoritario. El protagonista es Theo, un funcionario gubernamental que recupera las ganas de luchar por un futuro mejor cuando descubre que después de dos décadas de infertilidad generalizada va a nacer un nuevo bebé.
La película sin embargo no es fiel a la novela. Cuarón se separa muy pronto del texto
original y lleva su versión por otros derroteros (Nada que reprocharle por
ello, claro; es libre de hacerlo y de hecho nos entrega una producción
cinematográfica de gran profundidad y valor artístico).
Como
es lógico hay infinidad de artículos y videos analizando tan importante
película. Pero lo que no hemos
encontrado son estudios que analicen las diferencias de enfoque entre la
película y la novela, que es algo que no carece de relevancia: Cuarón ha
utilizado como base para una película eminentemente política lo que sin duda
alguna es una novela religiosa y orientada hacia cuestiones teológicas.
P.d.
James es una autora cristiana y humanista, y su Hijos de hombres versa
sobre la desesperanza de los hombres y la gracia de Dios. El mismo título viene
de una oración anglicana: “Tú eres Dios desde la eternidad y por los siglos de
los siglos. Conviertes al hombre en destrucción; de nuevo dices: Vuelve, hijos
de los hombres”.
La
novela empieza en enero del 2021. Theo, que es un antiguo académico, va a la
iglesia a diario. Las referencias bíblicas son continuas y se habla
constantemente de cuestiones filosóficas y éticas desde una perspectiva
cristiana. Hay algo también de política; Theo es primo de Xan, el dictador de
Inglaterra. Un grupo de feligreses de la parroquia le piden que vaya verle
aprovechando que son familia para convencerle, entre otras cosas, de que mejore
la calidad de vida de los jornaleros extranjeros que trabajan en Inglaterra.
Luego Julian, una antigua alumna de Theo, se queda embarazada. El niño nace ya
al final del libro. Theo, que ha matado a Xan poco antes, le hace una cruz en
la frente al bebé con la sangre del parto. La novela termina con un claro
símbolo de que Dios le ha dado una segunda oportunidad a la humanidad. Es un final optimista porque anuncia una
vuelta de la fe cristiana.
Por
otro lado la película se sitúa unos años más tarde, en el 2027. Aquí Theo es un
antiguo militante izquierdista que trabaja para el gobierno. Es nihilista y
parece esperar sin mayores estridencias el fin de la humanidad. Le secuestra un
grupo terrorista proinmigración y antigubernamental. Su exmujer y antigua
camarada resulta ser la líder de la banda. Le piden que vaya a ver a Nigel, su
primo, que esta vez no es dictador pero sí un alto cargo del Estado. Necesitan
que le consiga un visado para una exiliada africana que está en peligro de
deportación. Más adelante averiguamos que esta chica está embarazada, y poco
después da a luz a una niña. Todos los personajes buenos, o sea, izquierdistas,
van muriendo para salvar a esta niña de las malvadas fuerzas gubernamentales.
En la escena final de la película Theo muere también, pero antes consigue
llevar a la madre y al bebé hasta una especie de barco de Greenpeace llamado Tomorrow propiedad de una ONG bondadosa llamada The human Project. Aunque Theo no sobrevive el mensaje aquí también es
optimista, ya que mientras haya personas comprometidas y grupos con conciencia social, la
humanidad tiene porvenir.
La novela es una gran pregunta sobre Dios; la película nos dice que el izquierdismo es la respuesta para todos los males del mundo. El imaginario religioso de P.j. James pasa a ser propaganda política en Cuarón. El largometraje está repleto de guiños a la situación del momento de su rodaje -principios del siglo XXI- y a las inquietudes de las clases medias progresistas occidentales de entonces. En aquellos años el mal absoluto era George W. Bush y la guerra de Iraq, y aquí se reproducen estampas como las torturas de Abu Gharaib, el drama de los exiliados, la insurgencia islámica y la militarización generalizada que vinieron como consecuencias de los ataques del once de septiembre. En las televisiones encendidas se nos explica que el neoliberalismo ha llevado a la economía al colapso y que Estados Unidos también es ahora una dictadura.
Por eso consideramos a Hijos de hombres como síntoma. Que se haya llevado sin problema una tragedia cristiana, y por ello irresoluble fuera de la fe (o sea, irresoluble de facto), a un tratado de política, que por definición tiene solución mediante el buen uso del poder, es muy diciente de lo que es la izquierda: nada menos que una inmodesta paganización del cristianismo.
Para
P.j. James hay que creer en Dios para superar el nihilismo y las miserias de la
existencia. Para Cuarón todo es más sencillo, solo hay que votar socialista y
echar a Bush; prevalecerá el Bien entonces y todos los males del mundo se
evaporarán. Basta con creer en el poder de la izquierda.
En esta película nos
prometen un paraíso celestial en la tierra a golpe de políticas progres utilizando como falsilla un texto cristiano.
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