15.2.25

La abolición del trabajo, de Bob Black

Bob Black es un escritor anarquista estadounidense muy popular en el mundo angloparlante, aunque en español solo se ha traducido La abolición del trabajo. Wikipedia lo clasifica dentro de la “post-left anarchy”, junto a John Zerzan y Hakim Bey, lo que significa que difícilmente podría estar en mejor compañía. Existen, sin duda, paralelismos y diálogos entre ellos; se nota que caminan en la misma dirección.

Son tres pensadores nítidos como un disparo. No pertenecen a la academia ni necesitan académicos que interpreten sus libros. Cualquiera puede leerlos y sacar sus propias conclusiones. Tal vez por eso no son populares entre los intelectuales progresistas, quienes prefieren autores impenetrables como Deleuze o Lacan, de los que solo ellos pueden ser los glosadores, convirtiéndose así en una nueva casta sacerdotal entre seglares.

Según Wikipedia, Max Stirner y los situacionistas están entre los principales referentes de Black. Sin embargo, es evidente que los teóricos de la “post-left anarchy” han leído de todo. Aun así, en sus textos no hay ejercicios de pedantería: todo lo que escriben es accesible. Sería interesante investigar su impacto en el gran público y cómo han logrado calar entre personas de muy distintos perfiles. (En el caso de las Zonas Temporalmente Autónomas de Hakim Bey, por ejemplo, sabemos que han sido un auténtico terremoto en el ciberespacio).

Las propuestas que plantean son coherentemente anarquistas: buscan la libertad individual por encima de todo, seguida de la cooperación entre esas individualidades sin mediaciones externas. No hay espacio para redentores indeseados. Sin embargo, tampoco caen en una idealización populista del asamblearismo, y dedican un estudio detallado al funcionamiento de los “grupos de afinidad”, con todos sus inconvenientes. Son teóricos de la autonomía social y no dejan resquicio por el que puedan colarse los políticos a malmeter.

La abolición del trabajo se publicó en español—como todo lo bueno—en la editorial Pepitas de calabaza. En realidad, es un artículo largo; esta edición tiene apenas sesenta y cuatro páginas, incluyendo apéndices y otros materiales. No profundiza demasiado, sino que se limita a poner una idea en circulación, y lo logra con creces, pues, desde su publicación en 1985, su influencia no ha dejado de crecer.

Black describe el espacio de trabajo como un totalitarismo: “En cualquier dictadura moderadamente desestalinizada hay un grado mayor de libertad que en el lugar de trabajo norteamericano medio”. El trabajador está controlado hasta en sus movimientos más insignificantes. Se somete a un jefe despótico, ante el que cualquier negativa es considerada una “insubordinación”, como la de un hijo frente a su padre. Y puesto que pasamos la mayor parte de nuestra vida en este espacio opresivo, Black concluye que no puede hablarse de libertad en Occidente.

Son muchos los apologetas del trabajo, entre ellos el marxismo, que sostienen que el trabajo dignifica y defienden este tipo de ideas trasnochadas. Pero lo cierto es que el trabajo mata, merma la salud y asfixia la creatividad. Hay que buscar una sociedad en la que no tengamos que pasar un mínimo de cuarenta horas semanales—más los desplazamientos—en un lugar en el que no queremos estar.

Black menciona, a grandes rasgos, diversas alternativas, como la automatización de las tareas más pesadas, que permitiría trabajar menos y en mejores condiciones. También propone darle un sentido más lúdico a la producción, pues, como él mismo subraya, hay cosas que seguir haciendo. Sin embargo, el texto es demasiado breve para desarrollar estas ideas en profundidad (según Wikipedia, las amplía en otros libros aún no traducidos al español).

En cualquier caso, La abolición del trabajo merece la pena. Contiene tres o cuatro párrafos que se quedan grabados y que recordaremos cada mañana en el metro o cuando, por ineptitud burocrática, tengamos que quedarnos hasta el anochecer clavados en nuestro puesto de oficina. No es mucho, pero tampoco es nada.

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