En los días crepusculares de la pandemia pasó desapercibido el fallecimiento de Luis Racionero (1940-2020), un ensayista casi siempre sugestivo que llevaba varias décadas publicando. Escribió muchos libros de diverso interés en los que trató temas como el urbanismo, el arte, la política y las religiones.
A diferencia de muchos de sus coetáneos, Racionero no se nutrió de las corrientes filosóficas continentales predominantes en su época o, si lo hizo, fue con manifiesto desagrado. Su formación fue eminentemente estadounidense, lo que marcó una notable diferencia en su enfoque intelectual. En su estupendo Memorias de California narra su periplo como estudiante en Berkeley en los años sesenta, donde se empapó del ambiente hippie, del pensamiento contracultural y de la revolución psicodélica. Esta experiencia marcó profundamente su obra, impregnándola de un aire lisérgico y libertario que lo acompañaría durante toda su trayectoria. Racionero rehuía la jerga postestructuralista afrancesada, prefiriendo citar y divulgar a autores anglosajones menos conocidos en el mundo hispano, como Alan Watts o Lewis Mumford. Su buen hacer escribiendo, claro y para un lector generalista, reflejaba también su impronta norteamericana.
En los años setenta, ya de regreso en
España, se convirtió en una de las figuras destacadas del pensamiento ácrata,
en aquel renacimiento del movimiento libertario que brilló con
intensidad durante algunos años. Sin embargo, con la reestructuración de las
hegemonías ideológicas en los ochenta, quedó relegado a un segundo plano. Pepe
Ribas, fundador de la icónica revista Ajoblanco, lo incluye como
uno de los protagonistas en su imprescindible libro de memorias Los 70 a
destajo, donde se documenta aquel efímero pero vibrante auge libertario
en España.
Racionero escribió mucho, quizá
demasiado, y no toda su producción mantiene el mismo nivel de calidad. Sin
embargo, su bibliografía cuenta con algunas obras fundamentales. Entre ellas
destaca Filosofías del underground, finalista del Premio Anagrama
de Ensayo en 1976, un libro que sigue circulando en edición de bolsillo
y que resulta una de sus contribuciones más interesantes.
Este ensayo es un reflejo de su época,
cuando jóvenes como él buscaban escapar tanto del tardofranquismo como de los libros rojos, encontrando en la anarquía un respiro ante
tanto autoritarismo. Sin embargo, su anarquismo no bebía de las tradiciones
libertarias hispánicas, sino de una vertiente más influida por la contracultura
californiana y el pensamiento oriental.
El libro se estructura en tres partes
bien diferenciadas. La primera, "Individualistas", examina a aquellos
autores que defendieron formas de libertarismo no colectivistas. La segunda,
"Orientales", analiza la llegada de la filosofía oriental a
Occidente, explorando sus tropos y figuras más relevantes. Pero la tercera
parte, "Psicodelias", es quizá la más sugestiva y provocadora. En
ella aborda el papel de las drogas alucinógenas como catalizadores de nuevas
formas de percepción y expone cómo la intervención estatal acabó degradando su
potencial revolucionario, convirtiéndolo en un fenómeno criminalizado y
distorsionado. El capítulo "El dogma de la inmaculada concepción"
destaca especialmente por su lucidez y contundencia en este tema.
Para Racionero, el movimiento hippie
fue la única revolución genuinamente pacífica y optimista del siglo XX. No
sucumbió por sus propias contradicciones, como los totalitarismos de la época,
sino que fue desmantelado por las estructuras de poder, que recurrieron a la
infiltración y a la manipulación de las sustancias psicotrópicas para
desactivarlo. Su lectura invita a una reflexión contrafactual: ¿qué habría
ocurrido si el movimiento hubiese tenido mayor perseverancia o simplemente un
poco más de suerte?
Filosofías del underground es un ensayo fascinante, tanto por su contenido como por su capacidad de
suscitar nuevas lecturas. No es un libro que se agote en sí mismo, sino que
funciona como una puerta de entrada a un sinfín de autores, pensadores y
experimentadores del límite, a quienes el lector no podrá evitar apuntar en una
libreta para seguir explorando. Luis Racionero, con su peculiar mirada, nos
dejó un legado intelectual que sigue mereciendo la pena revisitar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario