15.5.22

Así se domina el mundo

Parece claro que el coronavirus va a transformar nuestras vidas y que, cuando esto pase y salgamos de nuestros encierros, el mundo que encontraremos no será el mismo de antes. Trasladado a las humanidades, podemos decir que esta pandemia actuará como la navaja de Ockham, separando lo banal de lo importante y dejando solo lo necesario para la reconstrucción económica y social. Tardaremos mucho en volver a leer a plañideras anti-Ilustración, a disfrutar de retretes como culminaciones artísticas o a considerar buena filosofía la jerigonza posmoderna. Nos esperan problemas capitales, y los libros que leeremos ya no podrán ser pérdidas de tiempo; el panorama que se avecina es demasiado poco halagüeño.

Con tantas horas para leer como ahora, miro mi biblioteca personal y me pregunto qué proporción de ella quedará obsoleta en poco tiempo. Tengo varios ensayos sobre el populismo, por ejemplo: ¿en unos meses serán tan vintage como las colecciones de Cuadernos para el diálogo que defendían la legalización del divorcio o la abolición de la pena de muerte? ¿Y los estudios sobre políticas identitarias? ¿Pronto nos recordarán a esos libros de viejo que se refieren a la URSS como "el vecino del Este"? O los tratados sobre realismo especulativo, hasta ayer lo más puntero en ontología: ¿se verán de tan mal gusto para fin de año como los manuales teosóficos?

No sabemos hacia dónde vamos y no podemos predecir qué disciplinas y autores van a caducar. Sin embargo, sí parece seguro que hay libros que, convenientemente actualizados, van a prevalecer entre los escombros.

Tenía Así se domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial, de Pedro Baños, en la estantería de libros que no me apetecían nada. Sin embargo, me he puesto con él con la esperanza de entender algo de lo que está pasando.

El autor es un militar español con un currículum espectacular en misiones y trabajos para departamentos de contrainteligencia. Escribe bien y es didáctico. Carece de visiones maniqueas, por lo que no va a piñón fijo contra nada ni nadie, y asegura que todos los datos que ofrece provienen de fuentes oficiales. Es un libro de geopolítica, a la que define como “la actividad que se desarrolla con la finalidad de influir en los asuntos de la esfera internacional, entendida como la aspiración de influencia a escala global, evitando, al mismo tiempo, ser influidos”. Pero también tiene algo de oráculo a lo Baltasar Gracián, al que cita constantemente, lleno de recomendaciones sobre el manejo de la política exterior.

Consta de seis capítulos en los que analiza el funcionamiento de las superpotencias y de los países medios y pequeños, las tácticas que emplean para el dominio mundial y los errores que pueden acelerar la decadencia nacional. Utiliza ejemplos históricos y actuales. Nos habla de la importancia del dólar para Estados Unidos como divisa internacional y de cómo intentar utilizar otra moneda es prácticamente una declaración de guerra. Explica cómo los rusos se fortalecen sembrando discordias en Occidente y cómo los chinos han logrado convertirse en una potencia imperial sin que nadie se percatara.

En suma, es una obra recomendable y, seguramente, una aproximación bastante fiel a la realidad circundante. Lo que nos lleva a lo más intranquilizador del libro: el hecho de que probablemente tenga razón. Se repite como un mantra que el ser humano es egoísta por naturaleza, que solo mira por sí mismo y por los suyos, que en política internacional no hay aliados fiables y que cada Estado depende únicamente de sí mismo; por lo que, si sus líderes son mediocres, solo cabe aguardar servidumbre y miseria. Todo es una lucha de poder e influencia, y no hay remedio del avestruz posible, porque, aunque no queramos verlo, los poderes externos mediatizan nuestras vidas por completo.

Así que Pedro Baños, u otros autores como él, pasarán a ser nuestras nuevas lecturas de cabecera. Con todo lo bueno —su excelencia profesional— y todo lo malo —la escasez de espacio para el cosmopolitismo en este nuevo panorama—. Se avecinan tiempos en los que habrá que defenderse, y es imprescindible saber a qué atenernos.



No hay comentarios: