La joven editorial barcelonesa Holobionte es
un remanso de futuro; su temática es la vanguardia y el posthumanismo. En su breve
catálogo priman los libros que cartografían tendencias y anuncian cómo será el
mañana. Les debemos las traducciones de algunos de los filósofos más influyentes
de la actualidad, como Nick Land o Quentin Meillassoux. Se nota que eligen bien
lo que publican; todos sus libros son importantes. Además sus ediciones tienen
una presentación inmejorable, con unos diseños excepcionales, icónicos.
Como lanzan pocas obras al mercado, y todas
son buenas, les sigo con especial interés.
Políticas de la nueva carne. Perversiones filosóficas
de David Cronenberg de Jorge Fernández Gonzalo es su última aportación. Y
su primer traspiés.
Ya había varios estudios previos sobre el
cineasta canadiense y el tema de la nueva carne, como los señalados en la bibliografía,
y la verdad es que Políticas de la nueva carne no aporta nada nuevo a lo
ya publicado. Y en cuanto a los análisis filosóficos, que como nos anuncia el
autor en las primeras páginas, quieren seguir la estela del carismático pensador
Slavoj Zizek, aquí se quedan en unos brochazos desganados y sin brillo, lejos
del maestro referenciado.
Para quién no haya leído nada sobre
Cronenberg, ni ninguno de los textos de Zizek (o de cualquier filósofo de peso
que hable de cine), igual esta lectura le resulta nutritiva; desde luego está
bien escrito y la portada es una pequeña obra de arte. Pero a quién tenga
algo más de kilometraje, le va a saber a plato recalentado.
En la introducción y un par de anexos finales
se dice más o menos escuetamente todo lo que se quiere decir: David Cronenberg
es el gran anunciador de la “nueva carne”, que según se deduciría aquí, es una naciente
relación del cuerpo con lo inorgánico, una fusión con la máquina, una sexualidad
donde lo abyecto ha sido normalizado y ha transcendido la biología. El ser
humano se encuentra en los albores de un nuevo paso evolutivo, ya sea por vía
genética o tecnológica, y Cronenberg nos presenta los escenarios posibles.
Las veinte películas del cineasta
corresponden cronológicamente a los veinte capítulos principales del libro, que
se divide en dos partes según las dos supuestas etapas creativas de su
filmografía, la teratológica y la perversa (la primera sería un estudio de monstruosidades
exteriores, la segunda de las interiores). El problema es que como es lógico,
no todas las películas tienen el mismo interés ni ameritan un apartado propio,
así que muchos capítulos son sencillamente resúmenes de películas que luego no
tienen importancia en el conjunto, y que se cierran con un par de frases interpretativas
difusas y sin profundidad.
La mayor parte de las ciento sesenta y cuatro
páginas de Políticas de la nueva carne no son de hecho más que sinopsis
argumentales como las que encontramos en Wikipedia, salpimentadas eso sí con
las inevitables citas de Deleuze y Lacan, para darle así cierto empaque intelectual
y hípster.
Aunque la verdad es que citar constantemente
a estos autores se ha convertido ya en tal postureo cultureta que empieza a
tener tintes paródicos.
(Por si alguien anda un poco despistado aquí,
Gilles Deleuze era un filósofo francés un tanto difícil de leer, que se lleva
mucho en ambientes académicos, aunque ya empieza a ser un poco vintage. Y
Jacques Lacan era un psicoanalista imposible de entender, aburridísimo, y que
sin embargo sí sigue teniendo un toque chic esta temporada.)
Lo particular de ambos pensadores es que son
muy enrevesados y muy dados a enunciar conceptos epatantes. Sus escoliastas nos
los presentan por ello como portadores de un saber arcano que solo unos pocos
iniciados pueden transmitir. Nunca se nos explica el corpus teórico que
pudieran tener, si no que se alude a él como a un saber oracular.
Por ejemplo, el capítulo sobre Videodrome
(1983), que se supone que es la película más personal del director y la que
merecería un análisis más exhaustivo, no llega a las seis páginas, y la mayoría
de ellas se pierden con el consabido resumen argumental. En seguida se mete la protocolaria
alusión a Deleuze -“devenir maquínico”- pero sin explicarnos a lo que se
refería el filósofo ni decirnos en cuál de sus libros aparece aquello. Lo que
nos lleva a pensar que Fernández Gonzalo no sabe explicar lo del “devenir maquínico”
pero conoce la frase y la introduce para lucirse, o que “devenir maquínico” no
es más que lo sus palabras indican, convertirse en máquina, pero entonces la
pregunta es para qué presentar una idea tan básica rimbombantemente respaldada como
concepto deleuziano.
La cuestión finalmente es que el capítulo
queda sin desarrollar, como esperando un despertar de nuestra imaginación que
lo complete, pero claro, eso sería lírica, no divulgación.
Así que hay muchos otros libros que leer
antes que este, que malbarata una idea prometedora y
claramente lo hace por pereza de su autor. Esperamos que sea solo un paso mal
dado por los responsables de Holobionte, del que aprenderán para no repetirlo. Una
editorial tan específica y sustentada en el prestigio no puede permitirse este
tipo de artefactos defectuosos.
1 comentario:
Mas alla de lo que pueda decir el libro,el unico quiza de todos los que citas que no voy a leer,de las dos pelis que he visto de Cr la de los rusos en londres"promesas del este" y la del reconvertido con familia "una historia de violencia" que me han fascinado por como va la espiral agresiva creciendo con su propia logica mas alla de los ejecutores y por el maravilloso papel de buenas que les da a las mujeres.En ellas bondad no es tonteria es vivir en otras prioridades parecidas a las mujeres de Dostoieski en el que me gustaria vivir,lejos de las vilentas locuras de los hombres,por eleccion claro no por ignorancia..
Tengo pendientes todas las demas pelis sobre todo "metodo imperfecto"
Publicar un comentario