En
el 2018 apareció el libro Cómo acabar con la contracultura de Jordi
Costa, o sea que en la vorágine de novedades en la que vivimos ya era un
producto caduco que no merecía figurar en lugares preeminentes de las
librerías. Sin embargo un pequeño guiño de Pedro Almodóvar en su última
película, Dolor y gloria, le ha devuelto a la actualidad. Cómo acabar
con la cultura es el libro que desdeña en una escena el personaje que interpreta Antonio
Banderas, que como es sabido es el alter ego del propio director.
Que
la referencia sea displicente no deja de ser un juego de ironías; Almodóvar
sabe que está suscribiendo su contenido y haciéndole una publicidad impagable
al libro.
Jordi Costa es un experto en cine que se mueve en el mundo de los estudios culturales
patrios. Colaboró en el trabajo colectivo Ct o la cultura de la Transición
con un capítulo sobre la cinematografía española marginal.
Por
supuesto no es baladí que las treinta páginas iniciales de Cómo acabar con
la cultura sean un análisis de filmografía del manchego, desde una primera
obra tan inteligente y contracultural como Pepi, Luci, Bom y otras chicas
del montón, a sus últimas películas, en las que Jordi Costa ve todavía
cargas de profundidad y un pequeño broche final a la contracultura española
desde la Transición.
El
resto de los capítulos hacen justicia al subtítulo, que anuncia que se trata de
“Una historia subterránea de España”, lo que es muy sincero y por otro lado
inevitable: si ya las historias canónicas son discutibles, contar al libre
arbitrio la intrahistoria del underground cultural español es como para
curarse bien en salud y alegar que es “una historia” y no “la historia”.
El
libro está bien escrito; se nota que hay muchas horas de investigación
detrás. Nos habla de unos creadores minoritarios como nos podría hablar de
otros igual de interesantes, eso queda claro desde el principio. Jordi Costa
cita con respeto otros libros similares al suyo, como Culpables por la literatura (que
se centra en la poesía) o Los setenta a destajo (que es una crónica
personal); ambos libros describen el mismo periodo y prácticamente no repiten los personajes
referenciados. Lo que desde luego es formidable, significa que hubo tantos y
tan buenos creadores haciendo cosas heterodoxas en los años setenta que se
pueden escribir varios y excelentes estudios cubriendo distintos campos y
todavía quedarían terrenos por tratar.
En
este libro hay mucho cine. Además de Almodóvar, encontramos aproximaciones a
otros directores menos conocidos (Javier Aguirre, los hermanos García-Pelayo…)
Pero sobre todo hay mucho comic; el comic español desde Hermano Lobo,
todavía en el franquismo, aparece reivindicado como espacio de
libertad.
El
tema de la música híbrida de los años setenta, esa especie de flamenco psicodélico,
también tiene buen desarrollo, y se nos habla de grupos tan célebres como
Triana u otros olvidados como Smash.
El
último capítulo es un tanto desconcertante porque considera contracultura
actual a los youtubers, sobre todo a Soy una pringada, tesis un tanto
discutible aunque no del todo descartable.
Este
libro tiene cosas muy loables, como empezar marcando distancias con la
contracultura norteamericana, algo que es de rigor y necesidad. Por supuesto
que no es el mismo fenómeno en ambos lados del Atlántico. Lo de aquí es
necesariamente más cutre, pero como dice Jordi Costa siguiendo al gran maldito
Pau Malvido, precisamente eso le dotó de una estética propia y sobre todo una
dimensión lumpen que los hermanos mayores hippies norteamericanos no tenían.
También
es de agradecer que no sea un ejercicio de nostalgia e impugnación del
presente. Aquí no encontramos la típica matraca continua de la autenticidad
perdida y lo falso que es todo ahora.
Como
flaquezas del libro, señalaremos que para quien no tenga interés en el comic,
igual le agota tanto espacio dedicado al mismo; además no tiene índice
onomástico y le faltan imágenes acompañando al texto, algo que hubiera sido muy
pertinente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario