Germán Arciniegas (1900-1999) fue uno de los grandes intelectuales colombianos del siglo XX. Sus conocimientos eran vastísimos, y escribió docenas de libros a lo largo de su casi centenaria vida. Sin embargo, casi toda su obra y su actuación pública giran en torno a un único tema: la región latinoamericana y la defensa de su centralidad en la Historia frente a las hegemonías eurocéntricas. Por supuesto, su antagonismo con Hegel es constante; sus invectivas contra él son frecuentes. Y no es el único. Hegel ha gozado de mala reputación fuera de Europa, e incluso dentro de ella. Se le considera un claro ejemplo de arrogancia e imperialismo cultural. Estas críticas, como veremos, también se trasladan a Marx.
Debido al peso intelectual que tenía Arciniegas, su antihegelianismo no podía pasar desapercibido en el mundo académico del país. Danilo Cruz Vélez (1920-2008), probablemente el filósofo colombiano más importante del siglo XX, tuvo que confrontarse con él. En los cinco tomos publicados hasta ahora de su Obra Completa, hay varios textos referidos a este tema, escritos en algunos casos con varias décadas de diferencia.
Cruz Vélez intenta salvar a Hegel ante los ojos de América, tal vez con la intención de salvar también a Marx. Y lo hace en varios textos. En el Tomo II aparece el ensayo “Hegel, la madurez de Europa”, donde presenta una magnífica exposición de lo que Hegel entendía por historia de la filosofía y cómo, desde esa perspectiva, se justifica de alguna manera la grandilocuencia hegeliana. El pensador prusiano fue el primero en incorporar todo el pasado filosófico a su propio sistema. Para él, todos los sistemas previos eran legítimos, ya que eran transitorios y estaban destinados a ser superados, hasta llegar a la culminación de la metafísica en el Espíritu Universal consciente de sí mismo, que el sistema hegeliano encarnaría. Hegel se veía a sí mismo como el fin de una historia que comenzó con los griegos, y que daría paso a nuevos y diversos horizontes. Consideraba que había integrado y ordenado toda la tradición metafísica occidental, por lo que no le parecía tan disparatado verse como la culminación de la misma. Marx, por cierto, compartía esta visión, aunque sin reconciliarse hegelianamente con el pasado, que le parecía un páramo de injusticias. Todo esto, claro está, deja fuera los territorios sin metafísica y la lucha en la que el Espíritu Universal se reconcilie consigo mismo.
En el Tomo IV se encuentran varios artículos publicados en El Correo de los Andes, la revista de Arciniegas, que constituyen un diálogo explícito y constante entre Cruz Vélez y él. Destacamos especialmente “Defensa de Hegel”, un título bastante expresivo, en el que rebate las tesis de Ortega y Gasset sobre este tema. Según Cruz Vélez, Hegel no considera que los pueblos americanos sean inferiores, pero en aquella época estos pueblos aún carecían de estados, y para Hegel, el Estado era esencial, pues equivalía a lo que las ciudades-estado representaban para Platón: la totalidad de la vida. Sin Estado, un pueblo no puede autoafirmarse dentro del Espíritu Universal. Sin embargo, esto no era necesariamente definitivo, ya que Hegel creía que el Espíritu se dirigía de Oriente hacia Occidente, por lo que América sería la gran región del futuro.
Otro artículo interesante es “Hegel y el nuevo mundo”, donde Cruz Vélez sigue desmontando las interpretaciones orteguianas, desarrollando más a fondo el tema. Para él, Ortega y Gasset es responsable de la imagen distorsionada que se tiene de Hegel en América. Ni Hegel pensaba que la historia fuera solo pasado ni que América tuviera naturaleza pero no historia. Cruz Vélez traza una genealogía del artículo “Hegel y América”, que considera el origen del malentendido, y lo refuta exhaustivamente. Concluye con unos argumentos interesantes: de haber excluido algo, Hegel lo habría hecho con la América precolombina, no con la que existía en su tiempo. Además, él veía a América como la región del futuro, así que no solo la incluía, sino que la situaba en el horizonte del porvenir.
Cruz Vélez concluye diciendo que la “ojeriza” de Ortega contra el Nuevo Mundo es la que está detrás de este artículo, no la opinión de Hegel. No obstante, la influencia del pensador madrileño sobre el continente hispanoamericano ha llevado a aceptar estas tesis erradas. Sin embargo, creemos que Hegel no queda completamente redimido como pretende el colombiano. Hegel sostenía que los pueblos solo podían hablar a través del Estado, y que fuera del cristianismo no hay historia universal. Eso es muy difícil de aceptar, incluso sin necesidad de tener una finísima sensibilidad postcolonial.
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