5.12.21

Lo que más me gusta es rascarme los sobacos, de Charles Bukowski

Charles Bukowski es un autor de extremos: sus libros malos son infames, desperdicios de papel que circulan como engendros innombrables; los buenos, en cambio, superan con creces lo que muchos están dispuestos a admitir. La senda del perdedor, Factótum, Cartero y Mujeres forman, leídas en ese orden, una autobiografía descarnada y magnífica. A ellas se suman joyas como El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, un diario conmovedor de su último año, o Hollywood, una crónica tan hilarante como reveladora sobre la literatura y el cine. Sus relatos y ciertos poemas completan un legado desigual pero poderoso.

Lo que más me gusta es rascarme los sobacos (Anagrama) llega con una trampa editorial: presentado como obra de Bukowski, en realidad es un híbrido. Sus poco más de cien páginas se dividen entre un estudio de Fernanda Pivano sobre el autor y una entrevista-coloquio con él, acompañada por otros interlocutores. El libro, más que del californiano, es de la académica italiana. Sin embargo, este detalle no empaña su valor.

El estudio de Pivano, posiblemente un artículo reciclado de 1980, es una guía accesible al universo bukowskiano, aunque su claridad haga innecesaria cualquier brújula: Bukowski es un autor explícito, enemigo de las elucubraciones. Con apuntes biográficos y un repaso a sus obsesiones —el lumpen, la supervivencia, la escritura como salvación—, Pivano traza los contornos de su cosmos literario. Referencia las grandes obras hasta ese momento, dejando fuera títulos posteriores como Hollywood, pero captura lo esencial. Su prosa, libre de la jerga postestructuralista de la época, resulta amena y precisa. Nos muestra un Bukowski que describe la explotación sin sermones, con personajes del lumpenproletariado retratados sin sensacionalismo. Como apuntó Juanma Agulles en el ya mítico Non legor, non legar: “Sin estridencias teóricas, Bukowski demuestra que la existencia moldea la conciencia, no al revés”.

Sus libros son un estercolero donde brota vegetación inesperada. Entre el cinismo y los vómitos, hay ternura: personajes apaleados que se cuidan, se quieren y hallan refugio en la cultura. Para Bukowski, la música clásica y los grandes escritores son verdades inamovibles, anclas frente al caos.

La entrevista, que ocupa la segunda mitad, complementa el análisis. Bukowski, ya tocado por el éxito, se ríe de su gira europea: olvida una aparición ebria en la televisión francesa y menciona un boicot feminista en Alemania. Su rebeldía aflora sin filtro: odia a los progresistas y los buenos sentimientos, confesando incluso una simpatía por Hitler solo para contrariar a los patriotas americanos. No hay más que rascar ahí; su postura es visceral, no ideológica. También se alude a Barfly (1987), la cinta de Barbet Schroeder basada en su guion, donde hizo un cameo. La película, sublime y gratuita en YouTube, eleva su legado.

Este libro no es puro Bukowski, pero es una puerta sólida para iniciarse en su mundo. Una lectura que destila crudeza, humor y una fe soterrada en el poder redentor de las palabras.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Durante mucho tiempo disfrute en el bus y en el metro como su protagonista, con un cuento de bukowski en que una chica lleva a su novio convertido en miniatura en la vagina jugando con el clitoris.Luego en una pelicula quiza la que dices via a unos adolescentes tanaticos follando cadaveres de mujeres preciosas tres, a la orilla del mar.Con esta libertad imaginaria a nuestra disposicion se puede disfrutar a lo grande hasta con el sexo marital.la imaginacion al poder por lo menos en casa....