Eduardo Tijeras es un misterio. Todo lo que sabemos de
él es por el obituario de una web de empleados de los ferrocarriles. No hay
muchos más datos sobre él en ninguna página oficial. Nos consta que nació en Morón de la
Frontera en 1931 y que de joven se trasladó a Madrid como empleado de la Renfe.
Aparece arrastrando tristezas en alguna crónica de Francisco Umbral, que lo
presenta como parroquiano del Café Gijón o invitado en algún evento diletante. Escribió
muchísimo, pero sus libros por supuesto están descatalogados. Se encuentran por
docenas, eso sí, en las tiendas de segunda mano; muchos títulos y muchos
ejemplares, lo que indica que tuvo algún momento de gloria décadas atrás
(suficiente gloria como para publicar tan abundantemente y que Umbral le
refiera). García Viñó lo reivindica en su canon de la literatura española del
siglo XX y lo ubica dentro de la corriente del existencialismo católico. Murió sin
hacer ruido hace tres años.
Varios libros suyos que hemos leído son formidables. Vamos a centrarnos en dos, Acerca de la felicidad y la muerte, que es un buen ensayo sobre las filosofías de la existencia, y El estupor del suicidio, que es un libro definitivo sobre este desasosegante tema.
Desde luego Acerca de la
felicidad y la muerte no anuncia a un autor de esos que brillen en el
jolgorio de una fiesta de fin de año. Umbral parece atinar al describirle como un
alma en pena por las cuchipandas literarias de Madrid. El libro es de 1971 y
aparentemente no ha habido reediciones. Son varios ensayos independientes vertebrados con la idea de una “razón adversativa”, que
busca sin esperanza razones para entusiasmarse por la vida. El capítulo más
largo y central es en el que trata de domeñar el suicidio de Cesare Pavese y de
otros escritores.
Acerca de la felicidad y la muerte tiene una prosa nítida; nada
sobrecargada ni grandilocuente, como suele pasar con estos textos doloridos. Se
lee con una inquietante facilidad teniendo en cuenta lo que plantea. Casi no
hay palabras estridentes y todo se expone con claridad, sin tener que buscar en
los recovecos lo que supuestamente quiere decir el autor. Sus citas y las
lecturas en las que se apoya son los propios de la época, que es el existencialismo
francés principalmente, y se nota que Tijeras está enterado de lo que se pensaba
en su tiempo en Europa.
Hay que decir que el motto que
anima el libro es un poco trillado, con eso de que, o se cree en el progreso o
en el hombre como medida de todas las cosas, pero que conciliar ambas posturas
es una contradicción insalvable, ya que el progreso destrona necesariamente al
hombre como centro del mundo. Por otro lado, en esas estaban por la época, y
por esas siguen hoy algunos autores mucho más promocionados y mucho más flojos
que Eduardo Tijeras.
Leyendo hoy Acerca de la felicidad
y la muerte, que evidentemente ha envejecido y nos acercamos a él por
intereses más bien históricos, Tijeras se nos presenta hoy como un antihéroe del
existencialismo patrio, de esos que siempre llevaban chaqueta y corbata oscuras
a pesar de su juventud y el calor, compungidos porque ya no pueden creer en el
Dios de sus madres, enamorados de chicas yeyé, soñando con otra vida lejos de
aquí…algo así como el protagonista de Nueve cartas a Berta, película con
la que comparte zeitgeist y que se puede ver como complemento para
sumergirse en las angustias de los jóvenes del franquismo en los momentos
previos a la politización total de los años setenta.
El estupor del suicidio, publicado en Madrid en 1980, tendría que ser un clásico. Muy bien
escrito, didáctico y profundo, se nota que Tijeras lo ha leído todo sobre la
muerte voluntaria y seguramente ha dedicado años a su estudio. Por supuesto la
lectura emana efluvios melancólicos; el autor se deja las entrañas en sus
páginas, que vemos como el campo de batalla de un hombre contra sus demonios.
No pierde sin embargo nunca el rigor,
su voluntad académica. La primera parte empieza con las aproximaciones que la
sociología y la psicología han hecho al asunto. Luego navega por su presencia
en la historia, desde la Antigüedad, cuando el suicidio era norma y destino de
héroes, a la Edad Media, con la mediación religiosa; termina en nuestra época,
con románticos, derrotados políticos y vaticinadores de catástrofes saltando a
aguas heladas o colgándose en ciudades crepusculares.
La segunda parte es una profundización en el estudio específico sobre el suicidio de escritores y artistas contemporáneos. Aquí encontramos una lista de creadores que decidieron matarse. Además del interés enciclopédico, que lo tiene, Tijeras aprovecha los distintos ejemplos para desglosar motivaciones, medios y consecuencias de la autoterminación. Hay párrafos reveladores, ideas que epatan y argumentos muy bien construidos; quedan desde luego pocos ángulos que tratar del tema. El libro termina con un breve epílogo de resumen, y un anexo sobre el suicidio en España, interesante pero seguramente se ha quedado demasiado anticuado.
Es raro que El estupor del suicidio no se haya vuelto a publicar. Hay pocos libros tan buenos sobre el tema. Merecería volver a circular en una reedición cuidada, algo que también ameritan por otro lado muchos de los otros libros de Eduardo Tijeras, un genial y olvidado escritor.
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