
Gracia
es indiscreto y tal vez se mete donde nadie a inquirido su presencia.
Pero habla con el derecho de quien no ha elegido estar muriéndose. Tiene
que ser irritante que un cáncer te obligue a pasar por mil torturas
médicas e incapacitaciones múltiples, mientras que coetáneos más sanos
deciden seguir con el cansino papel de enfant terrible
poniéndose hasta las cejas de todo lo que destruye un cuerpo humano. No
cuidarse cuando se tiene salud, o peor, autoaniquilarse poco a poco,
siempre me ha parecido un insulto a los que nacieron con menos fortuna
genética. Gracia, faltando conscientemente a la cautela con un muerto,
parece estar conforme conmigo.
Sin embargo lo que llama más la
atención es el tema de los escritores tanáticos. Artatud decía aquello
de “me destruyo para saber que soy yo y no todos ellos”, que como motto
adolescente está muy bien, pero ya cuando se peina canas resulta un
poco cretino. Entre los pocos autores con publicaciones que conozco
personalmente en Madrid abunda el exceso de hábitos insanos ¿qué motivo
hay para trasnochar casi por obligación, encocarse borreguilmente,
emborracharse casi a diario? No hablo de los que van de que lo hacen
porque es más chic entre los modernez capitalina; me refiero a los que
realmente no pueden dar conferencias porque están demasiado borrachos o
nunca presentan textos a tiempo porque han estado de jarana toda la semana.
¿Tienen que ver con la carencia de talento? Podría ser que cuando
llevas toda la vida convenciendo y convenciéndote de que eres la hostia
en vinagre, temes el día en que tengas que demostrarlo. Ninguno de los
autores infartados, ni los bohemios bravos de Madrid, que yo sepa,
publicaron un libro definitivo, de esos que justifican ser personalmente
insoportable. Eran más bien buenos textos, anuncios de que se iba
por el buen camino hacia el libro excelente. Murieron antes de probar si
sí o no. U otros ni siquiera publicaron, porque el mundo literario
madrileño está repleto de militantes del malditismo que no pueden ni
exhibir un libro medio decente, pero eso sí, creen que es un privilegio
recogerles de madrugada cubiertos de sus propios vómitos.
Tal vez
con este relevo generacional que se está produciendo estemos asistiendo a
los estertores de una manera nihilista y ególatra de concebir la vida
intelectual. Da la sensación de que hay cosas que están cambiando, que
las gracietas de estos Bukowskis de saldo ya sean simplemente
inoportunas o minoritarias. No lo sé. En cuanto a mí, entendiendo un
poco las inquietudes de Artaud, pero a mi manera: me alejo de cualquier
estimulante artificial y me acuesto temprano y sobrio para saber que soy
yo y no todos ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario