7.9.25

Palabra de hombre, de Roger Garaudy

Roger Garaudy (1913-2012) fue el filósofo más o menos oficial del Partido Comunista Francés durante varias décadas. Estalinista a la par que cristiano y existencialista, sus textos son certeros y dogmáticos. En ellos se defiende entre otras cosas una concepción trascendental del "hombre" como puntal de lucha y sobre el que se habrá que construir el socialismo futuro.
Por supuesto es un autor olvidado cuya única vigencia se debe precisamente a la reacción histérica que provocó entre los postestructuralistas (Cuando Foucault hablaba de la "muerte del hombre" lo hacía precisamente contra la obra de Garaudy).

A mí, claro está, el tipo me chifla.

31.8.25

Clement Rosset en Tarifa

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Clement Rosset (1939) es un pensador francés filosóficamente germanizado cuya obra gira en torno a lo Real y su Doble. Lo Real es lo que tiene identidad, lo que existe, y que sin embargo no es nada importante o perdurable. Nos inventamos su Doble para creer que hay algo más que lo Real. O sea, nos creamos diariamente ilusiones, religiones o narraciones varias que den sentido a la existencia para no pegarnos un tiro ante la evidencia de lo puerco que es este mundo. El engaño básicamente se sostiene por la alegría, una pasión irracional y necesariamente absurda sin la que no podríamos vivir.
Uno de sus textos más interesantes es La fuerza mayor, que se publicó en un libro del mismo título donde además incluía dos breves estudios sobre Nietzsche y Cioran.

La fuerza mayor a la que se refiere es la mencionada alegría. Para Rosset es lo que nos hace seguir vivos. Y sin embargo es una paradoja, ya que no hay motivos reales para estar alegres; el ser humano no sabe precisar por qué lo está, o si analiza las razones se dará cuenta de que son insustanciales, de que hay “incompatibilidad entre la alegría y su justificación racional”. La alegría es pues una “liberación de responsabilidades”, pero tan fútil que para sostenerse necesita de un “carácter totalitario”. Las personas alegres, y sobre todo los grupos alegres, actúan totalitariamente, no admiten disidentes, nadie que pretenda ser un contrapunto racional a sus instantes de regocijo (Rosset no lo menciona, pero los aburridos en las fiestas de fin de año vienen a la cabeza).

24.8.25

Saberes de andar por casa

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Hay pensadores que no hace falta haber leído para saber más o menos qué dicen, ya que sus ideas se han convertido en parte de la cultura o incluso se consideran una forma de “sentido común” y su conocimiento se da siempre por supuesto. 

Cuando hablamos con alguien que no parece conocer nada de estos autores juzgamos necesariamente que estamos ante alguien poco inteligente o de muy mala formación.

Sigmund Freud sería un buen ejemplo. Él fue el primero que conceptualizó el subconsciente; nos enseñó que lo que sabemos de nosotros mismos es solo la punta del iceberg, que hay pulsiones y recuerdos reprimidos que dirigen nuestras vidas sin que lo sepamos, que las palabras pueden delatarnos aun cuando creemos que nos protegen, y que tenemos una relación con los padres cuanto menos que enfermiza.

17.8.25

Ñamérica, de Martín Caparrós

 

Antes de la aparición de  internet Martín Caparrós habría sido el cronista más importante del momento. Sus artículos en El País se leerían como hitos culturales de la semana, y pasearse con sus libros bajo el brazo sería una nota de buen gusto entre la intelectualidad hispánica. Pero internet es un infinito salvaje de propuestas similares —la mayoría peores, pero también algunas mejores—, y tantos bits de información hacen difícil que alguien tan predigital, que da la sensación de que todavía teclea una Olivetti en alguna pensión crujiente mientras fuma Ducados, pueda ya ser un referente inapelable en esto del periodismo narrativo bien hecho.

Por otro lado, quizá su principal atractivo es que parece desconocer cómo se hacen hoy las cosas en su género. Ñamérica, el libro que nos ocupa, son seiscientas setenta y tres páginas de puro texto; sin fotografías, sin enlaces a YouTube, sin DVD anexos ni, mucho menos, códigos QR para descargar material adicional. Magnífica prosa de la vieja escuela sin aditivos.

10.8.25

Un cuento de otro género

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Lars se detuvo justo antes de entrar en la alcoba.

Ante esa puerta grande, de bordes dorados, experimentó, por primera vez en muchos años, desasosiego.
Llevó la mano derecha al costado y acarició la empuñadura de su espada.

Se abandonó a sus recuerdos.

2.8.25

El amanecer de los derechos del hombre, de Jean Dumont


Si nos fiáramos de los libros de historia, concluiríamos que todos los avances desde las cavernas hasta hoy se los debemos a los estadounidenses y a los europeos (del norte, claro). El resto de los pueblos oscilamos entre el oscurantismo y el subdesarrollo patológico. Según esta visión mainstream de la historia, los españoles —como los chinos o los egipcios— no existen realmente, o si existen, es solo como espejo exótico y negativo de los valores civilizatorios.

Los españoles son definidos sistemáticamente como seres extraños, refractarios a la modernidad, que cruzaron el océano sedientos de sangre y oro, con mentalidad aún medieval y el demonio de la Inquisición corriendo por sus venas. El Descubrimiento de América fue, según esta visión, una barbarie sin matices (y, de hecho, fue una barbarie, pero habría mucho que matizar).

La realidad es que el siglo XVI español fue una oscilación constante entre la ignominia y la grandeza. Unos centenares de desheredados, muchos enfermos de paludismo, conquistaron en poco tiempo una extensión de territorio sobrecogedora. Además, sus libros de crónicas constituyen un legado impagable para la humanidad: nunca antes se había descrito con tal profundidad y maestría la aparición del Otro.

26.7.25

Imposturas intelectuales, de Alan Sokal y Jean Bricmont

Mientras la autoridad inspira un temor respetuoso, la confusión y lo absurdo potencian las tendencias conservadoras de la sociedad. En primer lugar, porque el pensamiento claro y lógico conlleva un incremento del conocimiento (la evolución de las ciencias naturales constituye el mejor ejemplo) y, tarde o temprano, el avance del saber acaba por minar el orden tradicional. La confusión de ideas, en cambio, no lleva a ninguna parte y puede mantenerse indefinidamente sin causar el menor impacto en el mundo.
Stanislaw Andreski

Que el lenguaje es mera convención ya lo sabían los primeros budistas, y es una evidencia que no se le escapa ni a un hincha deportivo. Por supuesto que un lápiz se llama “lápiz” por consenso, y ese consenso, al ser subjetivo, es sospechoso. Pero decir que el lenguaje carece de legitimidad por ello es una insensatez que se le ocurrió a Nietzsche y que han repetido hasta el hartazgo nuestros posmodernos (que, paradójicamente, dejan estas elucubraciones por escrito).

19.7.25

Una ficción: La ciudad de los malditos

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Cuenta Vila-Matas, y yo doy razón, que fue él quien auspició el nacimiento de la legendaria estación fantasma.
Todo empezó cuando, harto de que se le acusara de ser un personaje poco vilamatasiano, decidió convertirse en otra persona y desaparecer. Se transmutó entonces en un tal Onofre Villaespesa, poeta y ajedrecista aficionado, así como conocedor de que bajo Madrid existen docenas de kilómetros de vías abandonadas. En un arrebato decidió conquistar esta fabulosa red, y como un D´Annuzio suburbano, congregó a todos los poetas, bohemios y desahuciados varios para crear en las profundidades una ciudad paralela de artistas. A su llamado acudimos muchos voluntarios, a cada cual más sarnoso. Cuando llegamos a los cien hombres decidimos constituirnos en brigada rebelde. Armados con palos y liderados por Villaespesa nos lanzamos a la conquista del nuevo mundo entrando por las cocheras de Sol (En honor a la verdad, he decir que la resistencia que nos encontramos se ha exagerado. No tuvimos que enfrentarnos a una división de húsares, como luego se dijo, si no a un vigilante jurado, bastante apático y que nos dio las llaves si muchas reticencias).
Una vez dentro, vimos que nuestro nuevo hogar era aún más espectacular de lo que habíamos soñado. El agua se había filtrado a lo largo de los años y sobre las vías en desuso fluían canales ¡No era una nueva Trieste, sino una nueva Venecia lo que teníamos!
Pero pasados unos días de celebración, y una vez que fortificamos el lugar, nos dimos cuenta de que había unas cuantas cosas con las que no habíamos contado, como los polizones o la falta de comida. No calibramos bien nuestro daño al ecosistema y en seguida cazamos a todos los cocodrilos. Sólo quedaron unos peces verdes bastante insípidos y… las ratas.

12.7.25

Pensar la tecnología, de Antonio Diéguez

El mundo tecnológico va demasiado deprisa, de modo que nos cuesta familiarizarnos con tanto avance. En general, los ciudadanos de a pie nos movemos entre la perplejidad y el desconocimiento y no sabemos a qué atenernos. Las celebridades intelectuales tampoco nos ayudan mucho, con sus explicaciones confusas y su moralismo hiperbólico. Afortunadamente, también hay autores que han estudiado bien el tema, y explican con claridad lo que sucede con la tecnología y cómo puede afectarnos.

Uno de los mejores exponentes y divulgadores en español de la llamada filosofía de la tecnología es Antonio Diéguez, catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y experto en las corrientes transhumanistas. Pensar la tecnología, de hecho, tiene algo de síntesis de sus libros anteriores, pero también de actualización, y se halla escrito de un modo amable y accesible para los no expertos.

5.7.25

La posmodernidad en jaque, de José Luis Borges y Javier Ormazabal

La posmodernidad en jaque. Un debate entre C.S. Lewis y Gianni Vattimo, escrito a cuatro manos por José Luis Borges Junyent y Javier Ormazabal Echeverría, y publicado por LibrosLibres en Madrid en 2023, presenta una serie de abdicaciones iniciales que saltan a la vista con solo mirar la ficha técnica del libro. De entrada, es una obra de menos de trescientas páginas, por lo que difícilmente podría constituir una monografía exhaustiva sobre ninguno de los dos titanes filosóficos referenciados en el título. Además, la controversia que se plantea es entre dos pensadores que no vivieron en la misma época y que, lógicamente, no reflexionaron sobre las mismas circunstancias; es decir, estamos ante un “diálogo hermenéutico” y no ante la reconstrucción de un debate filosófico que realmente haya tenido lugar.

28.6.25

La sociedad multiétnica, de Giovanni Sartori

 

El teórico de la ciencia política Giovanni Sartori (1924-2017) termina uno de sus libros más polémicos, La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo, extranjeros e islámicos, explicando que el razonamiento desplegado hasta entonces se ha basado en la muy weberiana distinción entre la ética de la virtud y la ética de la responsabilidad. La primera es eminentemente cristiana, y consiste en ser “virtuoso” como un fin en sí mismo, sin preocuparse por las consecuencias de nuestros actos, porque mientras se obre según las más altas moralidades lo que suceda es cosa de Dios y no nuestra, que hemos cumplido nuestra parte. La segunda es un poco más realista y pragmática, y consiste en hacerse responsable de las decisiones propias, en asumir que demasiada mermelada buenista empalaga, y que vivimos en un mundo bastante trágico y que a veces hay que elegir lo menos perjudicial. La primera ética, nos dice Sartori, vale más o menos para la vida privada, pero en la esfera pública, o sea en la política, rechazar responsabilizarse de los efectos de nuestras acciones en aras de constructos ideológicos es la antesala de inminentes desgracias colectivas.

21.6.25

Libertad fatal, de Thomas Szasz


Thomas Szasz (1920-2012) fue un psiquiatra libertario que se opuso siempre a las intromisiones del Estado y a las coacciones médicas en la vida del individuo. Para él nadie, salvo el propio interesado, tenía derecho a decidir si podía o no consumir drogas, recibir o no cualquier tipo de tratamiento psiquiátrico, o suicidarse o no por decisión propia cuando estimara oportuno.

Sobre este último tema, el del suicidio, escribió un libro, Libertad fatal. Ética y política del suicidio, cuya lectura todavía hoy incita al debate.

El suicidio se ha interpretado durante siglos como un "autoasesinato", o sea el suicida como un asesino de sí mismo, y como tal ha sido criminalizado y perseguido. Pero para Szasz la voluntad por parte del poder religioso, luego estatal, de controlar el uso de esta "libertad fatal" es una injerencia intolerable.

14.6.25

Beyond the black rainbow, de Panos Cosmatos

So, so beautiful. Like a black rainbow

Beyond the black rainbow (2010) es la primera película de Panos Cosmatos. Experimental, de poco presupuesto y escasa distribución, su autor la presenta como una “trance film”. O sea, es la clase de película que cuando termina el espectador no tiene claro que ha visto, pero la experiencia le ha parecido alucinante y onírica.

La obra tiene un estilo visual sublime y está repleto de diálogos e imágenes tan ambiguos como brillantes, por lo que inevitablemente cientos de admiradores nos empleamos a fondo en enhebrar nuestras propias interpretaciones.

8.6.25

Corre, rocker, de Sabino Méndez

Mi hermana trabajó mucho tiempo como teleoperadora, llamaba a diario a ancianos que vivían solos para asegurarse de que estaban bien. Una de las veces la conversación fue más o menos así:

—¿Cómo está don Manuel?

—Muy mal, muy mal. Tengo cataratas y, desde que me rompí la cadera, no puedo salir de casa. Estoy muy mal, muy mal... ¡Esto con Franco no pasaba!

La nostalgia es tramposa. Nos hace recordar lo bueno y no lo malo, o ignorar que antes el mundo no era más bonito, sino que nosotros éramos más jóvenes. Así que hay que evitar las melancolías a lo Jorge Manrique. Por lo general, el tiempo avanza gradualmente hacia cuotas más altas de civilización, pero nosotros, como personas, vamos al contrario: envejecemos, ganamos en canas y dolores, y finalmente nos morimos sin que el planeta vaya a dejar de girar por ello. Antes estábamos delgados y éramos más guapos, en efecto, pero eso no significa que cualquier tiempo pasado fue mejor.

1.6.25

El año del pensamiento mágico, de Joan Didion


En el documental de Netflix sobre Joan Didion hay un momento que es entre abyecto y glorioso, ése en el que le preguntan que qué pensó cuando vio a un niño de seis años adicto al crack y ella contesta que pensó que ahí había material para un gran artículo. Tras esa respuesta epatante hay una coherencia de alguna manera admirable. Didion tiene alma de reportera que sabe no implicarse, y esa misma frialdad aparente la vuelca contra sí misma en El año del pensamiento mágico, donde describe lo que le sucedió en el 2004, año en que con muy pocos días de diferencia su hija fue hospitalizada de urgencia (moriría poco después) y su marido falleció de un infarto delante de ella.

Hay un texto de Julián Marías ya anciano en el que dice que llega un punto en la vida en el que “en el ¨nosotros¨ hay más muertos que vivos”. En el libro de Didion se podría añadir un “súbitamente” al principio de la frase. No solo enviuda y su hija muere (por supuesto, es ya un tópico decir que no hay nombre para cuando los padres pierden al hijo), sino que todo sucede muy rápido. Ella es la superviviente azarosa de cuarenta años de matrimonio y treinta y nueve de maternidad.

Didion lo cuenta todo con una supuesta distancia, pero siempre tenemos la sensación de que solo está intentando objetivarse en el reportaje sobre su dolor, porque de hecho habla al borde del llanto. El libro tiene algo del convencionalismo del luto: ahuyentamos el dolor mediante rituales y lugares comunes. Aquí es una escritora que se agarra a lo que mejor sabe hacer: escribir. De hecho en una entrevista de El País reconoce que contarlo todo tuvo algo de terapéutico.    

25.5.25

Piel Roja, de Juan Gracia Armendáriz


Piel Roja de Juan Gracia Armendáriz es un diario bien escrito y con fragmentos inolvidables sobre la vivencia de una enfermedad. En concreto hay una parte en la que el autor rememora, al enterarse del fallecimiento del escritor Félix Romeo, que cuando le conoció en vida, al verle tan pálido y displicente, le preguntó que dónde había aparcado el ovni. Y luego deja caer, como de tapadillo, que la muerte de Romeo bien pudo producirse por el abuso de alcohol y drogas. A continuación lamenta que en la época actual morir de un infarto ya no sea privativo de gente más mayor. Y no insiste en el tema, pero en seguida vienen a las mientes los varios jóvenes y prometedores escritores españoles que en los últimos años han muerto por infartos –y que según la insinuación de Gracia, fueron debidos al exceso de cocaína y noches etílicas.
 
Gracia es indiscreto y tal vez se mete donde nadie a inquirido su presencia. Pero habla con el derecho de quien no ha elegido estar muriéndose. Tiene que ser irritante que un cáncer te obligue a pasar por mil torturas médicas e incapacitaciones múltiples, mientras que coetáneos más sanos deciden seguir con el cansino papel de enfant terrible poniéndose hasta las cejas de todo lo que destruye un cuerpo humano. No cuidarse cuando se tiene salud, o peor, autoaniquilarse poco a poco, siempre me ha parecido un insulto a los que nacieron con menos fortuna genética. Gracia, faltando conscientemente a la cautela con un muerto, parece estar conforme conmigo.
 

17.5.25

El sol desnudo, de Isaac Asimov

Isaac Asimov escribió doscientos y pico libros sobre diversas temáticas. Los más conocidos son por supuesto los de ciencia ficción. En este género creó una especie de historia del futuro en la que la humanidad empieza a expandirse por el espacio con ayuda de los robots (Serie de los robots), luego ya sin ellos se configura un Imperio galáctico de miles de años (Trilogía del Imperio), y tras su declive el Imperio cede el puesto a la Fundación, una suerte de gobierno ilustrado (Saga de la Fundación). 

La mencionada serie de los robots se compone de cuatro novelas: Bóvedas de acero, El sol desnudo, Los robots del amanecer y Robots e imperio. Algunas fuentes incluyen también relatos sueltos, o el propio Yo, robot como primer libro de la serie, pero eso parece más bien un interés editorial. Las cuatro novelas tienen una unidad específica que no comparten con otros textos de Asimov.

10.5.25

Imperios de papel, de María José Vega

La teoría postcolonial es una herramienta poderosa; sirve para ahuyentar a los lobos, pero también puede uno dispararse en en el pie con ella y hacer un ridículo espantoso. Comenzó a configurarse a mediados del siglo XX, y le debemos autores y obras fundamentales sin los que no se puede entender el mundo en que vivimos. Sin embargo, también nos ha castigado con jerigonza vacía y debates bizantinos sobre qué intelectual es capaz de decir más banalidades de la manera más retorcida posible.

Esta corriente sigue la estela del mundo académico anglosajón, orientándose principalmente hacia el estudio de la producción de imaginarios. Es cierto que resulta incoherente que pensadores que se rebelan contra la “violencia epistémica” de Occidente hacia el Sur sigan las modas universitarias de Berkeley o París, pero si nos centramos en detalles como este, corremos el riesgo de perdernos ideas de gran potencia.

3.5.25

El asedio a la modernidad, de Juan José Sebreli


Ortega y Gasset distinguía entre las ideas, que se tienen, y las creencias, en las que se está. Las últimas son más determinantes porque configuran nuestra existencia aunque no queramos; por mucho que pretendamos ignorarlas están aquí, en este mundo en el que hemos sido arrojados. Es fundamental ser consciente de las creencias de cada época para entender por qué nuestra convivencia es como es. De ahí que una de las funciones de los intelectuales sea mapearlas y delimitarlas, ponerlas en claro para que sepamos a qué atenernos.

La mayor parte de las personas considera que esto de las creencias de una época no va con ellos y se jacta de vivir en el "mundo real", de pasar de teorías. Un ejemplo: imaginemos a uno de estos sujetos pragmáticos, llamémosle Manolo, y lo visualizamos en el bar de su barrio de toda la vida. Ante la sugerencia de que lea un estudio de sociología contemporánea, Manolo, irritado, gritará que no es un cagalibros, que él va a lo práctico (y como suele hacer en estos casos, dará golpes con sus nudillos en la barra, hecha de un material muy sólido, para ilustrar su posicionamiento). Pero esa misma tarde, al volver a casa, su mujer le estará esperando con las maletas hechas. Le pide el divorcio porque después de una charla con su profesor hindú de meditación, ha descubierto que no se siente realizada como mujer. A Manolo la sociedad postindustrial le ha estallado en la cara. Si se hubiera informado un poco, tal vez habría visto venir que las creencias (en este caso en cuestiones de género y espirituales) han cambiado mucho en las últimas décadas, y que en consecuencia su mujer ya no iba a seguir cocinando en casa.

26.4.25

El valor de educar, de Fernando Savater

Uno de los temas cruciales de la ciencia política es la cuestión del eje que divide a la izquierda y a la derecha, y cómo este eje se va moviendo con el tiempo cada vez más a la izquierda. Es habitual que personas que, hace unos pocos años, eran consideradas centristas o incluso progresistas, y que no han cambiado un ápice en sus posicionamientos, sean ahora retratadas como derechistas atrabiliarios. Esto sucede porque no han sabido, o no han querido, moverse al compás del eje.

Fernando Savater es claramente un ejemplo de esto. El socialdemócrata de manual de los años ochenta es ahora un extremista reaccionario según la clerigalla progre, que es la que domina la hegemonía cultural. El tema es que su pensamiento político ha evolucionado, pero no lo ha hecho lo suficiente como para detectar grandes rupturas en él. No es, desde luego, un caso como el de Jiménez Losantos o Pío Moa. De hecho, lleva cincuenta años diciendo básicamente lo mismo en cuestiones políticas: que los nacionalismos son malos, que el Estado no tendría que dirimir temas morales de la vida privada, que hay que poner a todo tipo de religión en cuarentena, que los derechos humanos son universales y que las culturas que se les oponen no merecen nuestra simpatía, etc.