los días alciónicos
LECTURAS PARA RECUPERAR NUESTRO FUTURO
7.9.25
Palabra de hombre, de Roger Garaudy
31.8.25
Clement Rosset en Tarifa
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wikipedia |
24.8.25
Saberes de andar por casa
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wikimedia |
17.8.25
Ñamérica, de Martín Caparrós
Antes de la aparición de internet Martín Caparrós habría sido el
cronista más importante del momento. Sus artículos en El País se leerían como
hitos culturales de la semana, y pasearse con sus libros bajo el brazo sería
una nota de buen gusto entre la intelectualidad hispánica. Pero internet es un
infinito salvaje de propuestas similares —la mayoría peores, pero también
algunas mejores—, y tantos bits de información hacen difícil que alguien tan
predigital, que da la sensación de que todavía teclea una Olivetti en alguna
pensión crujiente mientras fuma Ducados, pueda ya ser un referente inapelable
en esto del periodismo narrativo bien hecho.
Por otro lado, quizá su principal atractivo es que parece desconocer cómo se hacen hoy las cosas en su género. Ñamérica, el libro que nos ocupa, son seiscientas setenta y tres páginas de puro texto; sin fotografías, sin enlaces a YouTube, sin DVD anexos ni, mucho menos, códigos QR para descargar material adicional. Magnífica prosa de la vieja escuela sin aditivos.
10.8.25
2.8.25
El amanecer de los derechos del hombre, de Jean Dumont

Si nos fiáramos de los libros de historia, concluiríamos que todos los avances desde las cavernas hasta hoy se los debemos a los estadounidenses y a los europeos (del norte, claro). El resto de los pueblos oscilamos entre el oscurantismo y el subdesarrollo patológico. Según esta visión mainstream de la historia, los españoles —como los chinos o los egipcios— no existen realmente, o si existen, es solo como espejo exótico y negativo de los valores civilizatorios.
Los españoles son definidos sistemáticamente como seres extraños, refractarios a la modernidad, que cruzaron el océano sedientos de sangre y oro, con mentalidad aún medieval y el demonio de la Inquisición corriendo por sus venas. El Descubrimiento de América fue, según esta visión, una barbarie sin matices (y, de hecho, fue una barbarie, pero habría mucho que matizar).
La realidad es que el siglo XVI español fue una oscilación constante entre la ignominia y la grandeza. Unos centenares de desheredados, muchos enfermos de paludismo, conquistaron en poco tiempo una extensión de territorio sobrecogedora. Además, sus libros de crónicas constituyen un legado impagable para la humanidad: nunca antes se había descrito con tal profundidad y maestría la aparición del Otro.
26.7.25
Imposturas intelectuales, de Alan Sokal y Jean Bricmont
Mientras la autoridad inspira un temor respetuoso, la confusión y lo absurdo potencian las tendencias conservadoras de la sociedad. En primer lugar, porque el pensamiento claro y lógico conlleva un incremento del conocimiento (la evolución de las ciencias naturales constituye el mejor ejemplo) y, tarde o temprano, el avance del saber acaba por minar el orden tradicional. La confusión de ideas, en cambio, no lleva a ninguna parte y puede mantenerse indefinidamente sin causar el menor impacto en el mundo.
Stanislaw Andreski
Que el lenguaje es mera convención ya lo sabían los primeros budistas, y es una evidencia que no se le escapa ni a un hincha deportivo. Por supuesto que un lápiz se llama “lápiz” por consenso, y ese consenso, al ser subjetivo, es sospechoso. Pero decir que el lenguaje carece de legitimidad por ello es una insensatez que se le ocurrió a Nietzsche y que han repetido hasta el hartazgo nuestros posmodernos (que, paradójicamente, dejan estas elucubraciones por escrito).
19.7.25
Una ficción: La ciudad de los malditos
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wikipedia |
12.7.25
Pensar la tecnología, de Antonio Diéguez
5.7.25
La posmodernidad en jaque, de José Luis Borges y Javier Ormazabal
28.6.25
La sociedad multiétnica, de Giovanni Sartori
El teórico de la ciencia política Giovanni Sartori (1924-2017) termina uno de sus libros más polémicos, La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo, extranjeros e islámicos, explicando que el razonamiento desplegado hasta entonces se ha basado en la muy weberiana distinción entre la ética de la virtud y la ética de la responsabilidad. La primera es eminentemente cristiana, y consiste en ser “virtuoso” como un fin en sí mismo, sin preocuparse por las consecuencias de nuestros actos, porque mientras se obre según las más altas moralidades lo que suceda es cosa de Dios y no nuestra, que hemos cumplido nuestra parte. La segunda es un poco más realista y pragmática, y consiste en hacerse responsable de las decisiones propias, en asumir que demasiada mermelada buenista empalaga, y que vivimos en un mundo bastante trágico y que a veces hay que elegir lo menos perjudicial. La primera ética, nos dice Sartori, vale más o menos para la vida privada, pero en la esfera pública, o sea en la política, rechazar responsabilizarse de los efectos de nuestras acciones en aras de constructos ideológicos es la antesala de inminentes desgracias colectivas.
21.6.25
Libertad fatal, de Thomas Szasz

14.6.25
Beyond the black rainbow, de Panos Cosmatos
8.6.25
Corre, rocker, de Sabino Méndez
—¿Cómo está don Manuel?
—Muy mal, muy mal. Tengo cataratas y, desde que me rompí la cadera, no puedo salir de casa. Estoy muy mal, muy mal... ¡Esto con Franco no pasaba!
La nostalgia es tramposa. Nos hace recordar lo bueno y no lo malo, o ignorar que antes el mundo no era más bonito, sino que nosotros éramos más jóvenes. Así que hay que evitar las melancolías a lo Jorge Manrique. Por lo general, el tiempo avanza gradualmente hacia cuotas más altas de civilización, pero nosotros, como personas, vamos al contrario: envejecemos, ganamos en canas y dolores, y finalmente nos morimos sin que el planeta vaya a dejar de girar por ello. Antes estábamos delgados y éramos más guapos, en efecto, pero eso no significa que cualquier tiempo pasado fue mejor.
1.6.25
El año del pensamiento mágico, de Joan Didion

25.5.25
Piel Roja, de Juan Gracia Armendáriz

17.5.25
El sol desnudo, de Isaac Asimov
10.5.25
Imperios de papel, de María José Vega
3.5.25
El asedio a la modernidad, de Juan José Sebreli

26.4.25
El valor de educar, de Fernando Savater
Fernando Savater es claramente un ejemplo de esto. El socialdemócrata de manual de los años ochenta es ahora un extremista reaccionario según la clerigalla progre, que es la que domina la hegemonía cultural. El tema es que su pensamiento político ha evolucionado, pero no lo ha hecho lo suficiente como para detectar grandes rupturas en él. No es, desde luego, un caso como el de Jiménez Losantos o Pío Moa. De hecho, lleva cincuenta años diciendo básicamente lo mismo en cuestiones políticas: que los nacionalismos son malos, que el Estado no tendría que dirimir temas morales de la vida privada, que hay que poner a todo tipo de religión en cuarentena, que los derechos humanos son universales y que las culturas que se les oponen no merecen nuestra simpatía, etc.